quinta-feira, 9 de junho de 2016

S42 VANGUARDAS NO SÉCULO XX | Honduras: Fabricio Estrada & Helen Umaña


FABRICIO ESTRADA
FLORIANO MARTINS | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en tu país? ¿Cómo era el ambiente cultural entonces?

FABRICIO ESTRADA | Las distintas presiones políticas de las décadas del 20 y 40 trajeron un intercambio liberador no sólo en las instancias políticas sino que también en la literatura. La dictadura de Carías Andino (1933-1948) también se correspondió con el mantenimiento de un canon tradicional en todas las manifestaciones sociales, mismas que sostenían como expresión poética un modernismo exacerbado.
Al publicar Clementina Suárez (1902-1991) su primer poemario titulado Corazón sangrante (1930), se da por iniciada la vanguardia en su intención de fondo, ya que con esta publicación no se rompieron las formas modernistas en su totalidad pero sí la idea de la impronta masculina en el quehacer poético, misma que llevó a que se conociera a Clementina como "la mujer nueva", y por igual, a que la conservadora sociedad hondureña de esa época, con los poetas incluidos, le creara un aura de escandaloso proceder por sus consecuentes gestos liberadores, muy cercanos, tanto en sus temas como en sus actos, a un incipiente feminismo, cuyo paralelo en su época puede identificarse en la fundadora de la Sociedad Cultural Femenina Hondureña, Visitación Padilla (1882-1960), con quien tuvo nexos puntuales.
Pese a ser incansable gestora cultural y una consumada poeta del verso libre, el reconocimiento a su obra no llegó sino hasta el año de 1970, cuando se le honró con el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa. Su poemario Creciendo con la hierba (1957) debería ser considerado el texto bisagra en la vanguardia hondureña.
Pompeyo del Valle es su paralelo en la impronta masculina dentro de la vanguardia hondureña. Su primer poemario, La ruta fulgurante (1956), es un claro aviso de lo que signaría a la generalidad de la poesía hondureña a partir de entonces. Este poemario, utilizó todas las formas de la poesía revolucionaria de Mayakovski y Nazin Hikmet juntos, inyectándole una dinámica de fuerte personalidad a una poesía hondureña que se debatía entre el intimismo y lo insulso.
Un poco más adelante en el tiempo (por el orden de sus publicaciones) nos encontramos con los nombres de Roberto Sosa (1930-2011), Nelson Merren (1931-2007), Edilberto Cardona Bulnes (1935-1991), siendo Roberto Sosa el que cohesionó todas las visiones del vanguardismo hondureño hacia una poesía sin fisuras y con un filo universal incuestionable, lo cual le dio el reconocimiento al interior del país y a la vez, internacionalmente.

HELEN UMAÑA
HELEN UMAÑA | Los escritores de Honduras, hasta muy avanzado el siglo XX (décadas del sesenta y setenta), en términos generales, todavía se movían dentro de las viejas fórmulas románticas, modernistas y criollistas. Sin faltar la aplicación del realismo social muy apegado a la ortodoxia marxista. La vanguardia, que ya había despuntado en Nicaragua y Guatemala, parecía sumamente lejana, pese a que una mujer, Clementina Suárez (1902-1991), hacia finales de la década del cincuenta, ya había publicado poemas con una tónica novedosa. Al principio deudora de las grandes poetas sudamericanas, encontró su propia fórmula expresiva en la que, con el ingrediente erótico o amoroso en fuertes dosis, supo trascender hacia planos en donde lo social, no mimético sino desde la búsqueda de la imagen o del símbolo, revitalizó sus versos. Fue una mujer que se adelantó a su época. Iconoclasta, fue signo de contradicción en la pacata sociedad de principios del siglo XX. Sin embargo, en su momento (probablemente los lastres machistas), su aporte poético fue soslayado o invisibilizado. En justicia, tendría que considerársela como una precursora de la renovación poética posterior.
Óscar Acosta (1933) publicó Poesía menor (1957) y El arca (cuentos, 1956). En el primero, se despojó de retoricismos y, sin llegar a la iconoclasia, entregó una poesía con un lenguaje de sabor cotidiano. De voz íntima, bastante directa y aparentemente sencilla. En El arca, se alejó de la problemática de corte realista en cuentos brevísimos que bordean los linderos de lo maravilloso y fantástico. Una ruptura completa con sus coetáneos. Por décadas, también el silencio cayó sobre ambos libros. Sin seguidores inmediato.
Hacia fines de los sesenta, en La Ceiba, una ciudad provincial, un grupo de jóvenes se aglutinó en torno a la figura de Nelson Merren (1931-2007), escritor que sabía inglés y cuya posición económica le permitió viajar y obtener libros en el exterior. Él publicó, en periódicos y revistas, una poesía que se apartaba de lo tradicional. No fue un autor complaciente. Cuestionó tópicos sacralizados por la costumbre (el papa, los formulismos burocráticos, etc.) mediante el uso de figuras insólitas (vr. gr., hablar de "un huevo frito" en uno de sus versos) y del lenguaje conversacional. Formalmente diferente al estilo prevaleciente en los poetas de su entorno. Además publicaba comentarios sobre la obra de poetas extranjeros y mostraba aspectos novedosos. Sus dos libros (1968, 1971), en términos generales, fueron ignorados. Su revalorización fue muy tardía (a mediados del ochenta). A partir de entones, muchos poetas, de tendencia iconoclasta (Rigoberto Paredes, Ricardo Maldonado y otros), se han reconocido deudores de su poética.
Nombre imprescindible es el de Roberto Sosa (1930-2011), un poeta de gran fuerza lírica. En dos de sus libros iniciales (1969, 1971), supo despojarse de las adherencias de la retórica manida y accedió a una poesía muy refinada en la que incorporó formas del Creacionismo y del irracionalismo poético (especialmente del Surrealismo) en donde la palabra se aparta del significado "normal" y adquiere connotaciones insólitas cuya decodificación representa un reto para el lector. Una poesía que acude a la imagen de factura exquisita pero cargada de resonancias semánticas que nunca se pierden en el vacío: aterrizan en una problemática terrena, real, que hiere a la mayoría. En esta forma su poesía se aposenta en el espíritu y se torna orientadora de una manera de percibir el mundo. El poeta, pues, como maestro de un pueblo. Con un puente muy firme que lo unió a la colectividad.
Pompeyo del Valle (1929) combinó la poesía de intención política, dentro de una tendencia de izquierda claramente expresada en la que, con frecuencia, daba un salto lírico mediante imágenes de fino acabado. Combinó lo social con poesía de carácter intimista. Tuvo lectores entusiastas pero las corrientes académicas predominantes, regidas por grupos políticos contrarios, lo excluyeron e invisibilizaron. Tardía ha sido su unánime aceptación. Desde Comayagua, Antonio José Rivas (1924-1995) y Edilberto Cardona Bulnes (1935-1991) constituyen dos casos especiales, especialmente porque tuvieron una vida bastante aislada. Rivas, en su único libro publicado en vida (Mitad de mi silencio, 1964), hizo derroche de metáforas de gran acabado. Una especie de neobarroquismo que le ganó el respeto de muchos lectores. Otros juzgaron que el libro, apartado de la problemática social, expresaba el encerramiento en una torre de marfil. Cardona Bulnes, en su libro más importante (Jonás, 1980, que además circuló muy poco porque la edición completa se perdió), es deliberadamente oscuro pero sumamente denso. Quizá inaccesible para el lector común y corriente, su poesía todavía tiene que estudiarse más.
Las anteriores son las voces más renovadoras en las primeras siete décadas del siglo XX. Actualmente, se les reconoce su calidad de maestros. Nombres importantes a partir de esa generación: José Adán Castelar, Tulio Galeas, José Luis Quesada, Juan Ramón Saravia, José González, Efraín López Nieto, Amanda Castro, José Antonio Funes, Galel Cárdenas, Geovanni Rodríguez, Gustavo Campos, Fabricio Estrada, Lety Elvir, Ana María Alemán, María Eugenia Ramos…
En narrativa, la situación era similar. Hacia la mitad del siglo XX (y aún en décadas posteriores), a lo más que se llegó fue al realismo social (Ramón Amaya Amador, 1906-1966), criollista o costumbrista. Sin embargo, se había dado un antecedente que careció de continuadores, probablemente, por la muerte prematura de Arturo Martínez Galindo (1903-1940), motor del grupo "Renovación" cuyo centro de acción fue la ciudad de Tegucigalpa. Incluso, elaboraron una revista con ese nombre. Martínez Galindo, desde la década del veinte, en periódicos y revistas, publicó varios cuentos en los que había superado las fórmulas romántico-modernistas. Con perspectiva cosmopolita y en lenguaje directo, abordó temas a los que no se había atrevido ningún escritor en el país (homosexualismo, lesbianismo, paidofilia…). Muy joven, fue asesinado y, durante años, sus cuentos quedaron refundidos en revistas y periódicos. No tuvo continuadores inmediatos.
En los años finales del sesenta, la situación de inercia se superó gracias a la labor de escritores que accedieron a estudios universitarios, especialmente en las carreras de letras, tanto en el país como en el exterior. Hablamos de Eduardo Bähr (1940), Julio Escoto (1944), Roberto Castillo (1950-2008) y Marcos Carías Zapata (1938). Con ellos, la narrativa dio el viraje definitivo. Incorporaron las técnicas que los grandes narradores latinoamericanos venían produciendo desde hacia varios años. Todavía, con la excepción de Castillo, muerto en forma prematura, ellos siguen trabajando.








Desde la década del '90, la vida cultural apegada a los cánones que maneja el mundo occidental, dejó de circunscribirse a la ciudad capital. En las principales ciudades de provincia, hay grupos de escritores que se relacionan entre sí con propósitos de superación. Creo que uno de los núcleos más destacados reside en San Pedro Sula. Algunos son profesionales de las letras. En sus conversaciones, no como esnobismo sino con un gran acervo de lecturas, amén de los clásicos consagrados, afloran los nombres de Roberto Bolaño, Villoro, Vila Matas, Rey Rosa, Castellanos Moya, Halfon… Hablo de Mario Gallardo, Armando García, Giovanni Rodríguez, Jorge Martínez, Gustavo Campos, Marta Susana Prieto… Desde Nueva York, Roberto Quesada, a través de columnas periodísticas, lucha por mantenerse vinculado a la vida cultural y política del país. En La Ceiba y Choluteca también hay mucha inquietud y se han publicado bastantes libros. Sin embargo, en estos dos últimos casos estimo que todavía la exigencia formal no ha calado en profundidad.

FLORIANO MARTINS | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?

FABRICIO ESTRADA | El llamado de Rimbaud a ser absolutamente moderno seguía resonando en el sentido estético de nuestra vanguardia y, en muchos aspectos, coincidió con la interpretación que se hacía sobre un futuro revolucionario dentro de los movimientos sociales del país. La modernidad entonces era crear un verso que ayudara al proceso político y así fue que, la gran mayoría de nuestros principales exponentes dentro del vanguardismo, buscaron a través de sus viajes políticos al este europeo o a otras partes del mundo, la sustancialidad que llevara –a su regreso– a revolucionar, no solamente en el plano social sino que en el plano estético.
Fue obvio, al estar de nuevo inmersos e inmersas en el contexto tradicional hondureño, que la instauración de la vanguardia –reconocida como ruptura– iba a costar un esfuerzo mayor al deseado, ya que ni en los momentos de mayor triunfo literario pudo reconocerse dentro del acostumbrado círculo de lectores del país, que la rueda había girado hace mucho tiempo. Este fue el caso de Roberto Sosa, quien pasó desapercibido al obtener el Premio Casa de las Américas 1971, por su libro Un mundo para todos dividido. La lógica creativa y aspiracional de nuestros poetas, por lo tanto, y para no sufrir el ostracismo interno, fue el volcarse hacia afuera en busca de los centros neurálgicos de la poesía mundial, manteniendo con mucho pundonor, un afán educativo para la masa hondureña, lo que hizo que mucho de sus textos se sirvieran del lenguaje o metafísica nacional que no pudo sortear incólume el señalamiento conservador sobre lo panfletario.

HELEN UMAÑA | Con relación a la vanguardia, en Honduras, no hubo un grupo fuerte y cohesionado, capaz de hacerse oír a nivel nacional. Hasta bien entrado el siglo XX, los escritores de más prestigio como Froylán Turcios (1874-1943), Marcos Carías Reyes (1905-1949) y Rafael Heliodoro Valle (1891-1959) se mantuvieron alejados de la renovación vanguardista. Arturo Mejía Nieto (1900-1972), aunque emigró a la Argentina y enviaba sus obras y trabajos a las revistas del país, tampoco asumió a plenitud las tendencias contemporáneas. El grupo Renovación feneció en 1940, junto con su adalid, Arturo Martínez Galindo. La voz convocada, pese a que publicó un libro que recogió parte de la producción de sus integrantes, se disolvió antes de que algunos de sus miembros lograsen cuajar en el medio cultural (Merren, Galeas, Castelar y José Luis Quesada). Más que labor de grupos, el trabajo ha sido desde perspectivas muy individuales. Quizá habría que destacar la gran labor que, durante casi todo el siglo XX, desarrollaron las revistas literarias. En casi todas las cabeceras departamentales hubo revistas de amplia difusión. Incluso, los colegios, las organizaciones civiles y las dependencias oficiales tenían su correspondiente órgano de difusión. Asimismo, cada periódico se ufanaba de sus páginas culturales. Esta situación duró hasta la década del ochenta e hizo crisis hacia finales del siglo. Actualmente, en sentido estricto, se carece de ese tipo de canales de difusión.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?

FABRICIO ESTRADA | El grupo literario La voz convocada, organizado y nutrido en la ciudad de La Ceiba (costa atlántica de Honduras, años 60) por los poetas Nelson Merren, Tulio Galeas, José Luis Quesada y José Adán Castelar, son los que mantenían mayor contacto con publicaciones en el extranjero, ya que Nelson Merren, quien se convirtió en el auténtico genio vanguardista del grupo con sus publicaciones Calendario Negro (1968) y Color de exilio (1970), viajó constantemente, gracias a su profesión como médico, a Nueva York, Buenos Aires, São Paulo, Ciudad de México o Madrid. Fue él quien trajo al insaciable grupo las primeras ediciones de la poesía de Borges, Drummond de Andrade y Girondo, lecturas que se combinaron con la preferencia hacia la poesía griega e italiana por parte de los demás miembros de La voz convocada.
El poeta Oscar Acosta, diplomático de carrera, también dio un enorme aporte al abrir una librería con obras poéticas escogidas en Tegucigalpa, así que las bases de la nueva lectura de poesía estaban ligadas a las corrientes en boga a nivel mundial, lo que provocó la creación en la capital de Honduras, del grupo literario Tawanka, conformado por los que abrirían la aún vigente post-vanguardia en el país: Rigoberto Paredes, Alexis Ramírez y otros.

HELEN UMAÑA | En las primeras décadas del siglo XX, los contactos entre escritores fueron bastante fuertes. Entre 1924-1925 vivió en La Ceiba Porfirio Barba-Jacob. El guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, en 1917, gracias a la intervención de Turcios, trabajó en un periódico de Tegucigalpa. Desde México, Rafael Heliodoro Valle y Arturo Mejía Nieto desde la inquieta Argentina, estaban en contacto con Honduras y, de alguna manera, eran un estímulo para los escritores del interior del país. En Guatemala vivieron o visitaron, por largas temporadas, Medardo Mejía, Ventura Ramos, Clementina Suárez, Alfonso Guillén Zelaya, Argentina Díaz Lozano, Paca Navas y otros. Por su parte, el salvadoreño Alberto Masferrer, especialmente con el teosofismo, ejercía un amplio magisterio en toda Centroamérica. El trabajo de Miguel Ángel Asturias era ampliamente valorado. Quizá, para ilustrar mejor este aspecto valga la pena citar al poeta guatemalteco César Brañas, quien traza un animado cuadro sobre las dos primeras décadas del siglo XX en Guatemala: "La Guatemala de entonces preocupábase intensa, febrilmente, por las bellas letras; se discutían los versos casi con tanto calor como las óperas o los toros… o –sotto voce– los desmanes de la dictadura o los deslices de bellas mujeres de la recatada y rigurosa sociedad metropolitana; se excitaban los elementos intelectuales al contacto, en la convivencia, con las vibrantes y ávidas juventudes Centroaméricanas, predominantemente hondureñas y nicaragüenses, que Guatemala, y su desarticulada pero aún influyente universidad –decapitada por la dictadura de Barrios, artificiosa y efímeramente recompuesta para lucimiento de la dictadura de Estrada Cabrera en 1918–, albergaba y sobornaba con su prestigio tradicional. Son memorables los nombres que, en montón, saltan al recuerdo: entre ellos José María Moncada (nicaragüense), Antonio Barquero (salvadoreño), Andrés Largaespada (salvadoreño), Virgilio Zúñiga (mexicano), Alfonso Guillén Zelaya (hondureño), Gustavo A. Ruiz, Salvador Ruiz Morales, Hernán Robleto (nicaragüense), Ramón Ortega (hondureño), Hernán Rosales, Roberto Barrios, Julián López Pineda (hondureño), Juan Ramón Avilés (salvadoreño), Heberto Correa, Manuel Andino (salvadoreño), Andrés Vega Bolaños (nicaragüense), Mario Sancho (costarricense), y tantos más (…) El ambiente literario guatemalteco de 1914, con sus veladas poéticas, sus concursos literarios y las reuniones estudiantiles atraían a la capital de Guatemala muchos de los escritores y poetas de los demás países de América. Había una alegría y una camaradería literaria que jamás se había visto antes. (…) Se discutían los nuevos movimientos de literatura, sus propias obras literarias y las filosofías de Darwin, Comte, Marx, Freud y Nietzche." (Hugo Cerezo Dardón, Porfirio Barba-Jacob en Guatemala y en el recuerdo, 1995: 47-48).

FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?

FABRICIO ESTRADA | Desde mi punto de vista, lo más significativo fue el darle personalidad a los y las poetas, alejarlos de un modernismo trasnochado y entroncarlos en la idea del poeta como gestor de cambios en todos los estratos y esferas de la sociedad hondureña y de su humanidad.
Es indudable, a partir de ello, que la poesía nuestra incorporó, consustancialmente, los signos que siguen definiendo la interpretación de nuestro entorno: desolación, olvido, lucha social, y que por ende, ha heredado en cada poeta publicable de la actualidad un sentido del hacer bien para hacer el bien, y claro, quienes sólo siguen buscando hacerlo bien han recurrido una y otra vez al vanguardismo, lo cual ha creado otro canon que poco a poco obliga a desmarcarse a la nueva generación de creadores y creadoras.

HELEN UMAÑA | Una clara conciencia de que la poesía es, sobre todo, trabajo formal. Cuidado extremo del lenguaje. De ahí, la preocupación por elaborar una poesía atenta a manejarlo al margen de las fórmulas sumamente gastadas del romanticismo o modernismo. Está, también, la línea iconoclasta, cuestionadora del statu quo. La poesía conversacional. La anti poesía. La imagen creacionista. El Surrealismo (lo onírico, el irracionalismo poético, a lo Bousoño). El culto a la metáfora. La búsqueda deliberada de la oscuridad semántica.

FLORIANO MARTINS | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?

FABRICIO ESTRADA | Las autoridades de La Secretaría de Cultura y las Artes inició a finales de los 80 y principios de los 90 una serie de publicaciones que buscó recopilar la obra de los mayores exponentes de toda la historia poética de Honduras, haciendo especial énfasis en los vanguardistas. Los llamados Cuadernillos de Poesía se convirtieron muy pronto em coleccionables dentro del circuito de poetas y bibliotecas públicas y fue así que los poetas novíssimos conocimos mucho más de nuestros maestros, descubriendo en toda su dimensión a Nelson Merren y Edilberto Cardona Bulnes, una enorme contribución si tomamos en cuenta que las ediciones originales de estos poetas eran considerados desde ese entonces casi como incunables.
Este esfuerzo de publicaciones se lo agradecemos en gran parte a las gestiones del poeta Livio Ramírez, quien regresaba de México con el reconocimiento del círculo de poesia que, en La UNAM, moderaba Juan Bañuelos y, también, a la silenciosa y decisiva presencia de Pompeyo del Valle y Rigoberto Paredes.
A partir de ese momento, los novíssimos decidimos mantener el homenaje de publicaciones dentro de nuestros propios sellos independientes, siendo Pez Dulce la editorial que más proyectos de recuperación realizó hasta la fecha y que fácilmente se pueden encontrar en librerías del país.

HELEN UMAÑA | Aunque no hemos profundizado en este aspecto (puede ser que en las numerosas revistas exista algo al respecto), la impresión que tengo es que no hubo manifiestos o expresiones teóricas al respecto. Por lo menos, ningún crítico o estudioso ha dicho algo al respecto. Sin hipérbole, en Honduras, a nivel investigativo y crítico, está todo por hacerse.

*****

Fabricio Estrada (Honduras, 1974) | Helen Umaña (Honduras, 1948)

Capítulo X do livro Espelho Inacabado – Imaginário das vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições. Artista convidado: Miguel Ángel Ruiz Matute (Honduras, 1928)






*****

Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

Visite a nossa loja







Nenhum comentário:

Postar um comentário