quinta-feira, 9 de junho de 2016

S39 VANGUARDAS NO SÉCULO XX | Ecuador: Francisco Proaño Arandi & Raúl Serrano Sánchez


FRANCISCO PROAÑO ARANDI
FLORIANO MARTINS | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en Ecuador? ¿Cómo era el ambiente cultural entonces?

FRANCISCO PROAÑO ARANDI | En relación con el primer interrogante, podría decir que a lo largo de los años que van de 1910 a 1920 aparecen ya, en revistas literarias y en la prensa ecuatoriana de entonces, textos que informan e indagan sobre los movimientos de vanguardia surgidos en Europa y en América Latina, pero que, más que nada, constituyen una suerte de curiosidad, de interrogación sobre lo que significa la "noción de vanguardia" y seguramente un "ponerse a la moda" frente a lo que sucedía en París o en Buenos Aires.
Si aludimos a un punto inicial de partida para la vanguardia en el Ecuador, yo señalaría el año 1918, cuando Hugo Mayo, nuestro más representativo poeta vanguardista, publica el poema "Oxidación" en la revista ultraísta Grecia, de Sevilla, España; poco más tarde, en 1919, el mismo Hugo Mayo (seudónimo de Miguel Augusto Egas, su verdadero nombre), publica en la revista Cervantes, de Madrid, sus poemas "Drogas", "De jardín" y "Viaje". Años después, Mayo impulsaría revistas de militancia vanguardista como Síngulus (1921), Savia (1925) y Motocicleta (1927). Todo ello en Guayaquil, aunque en Quito, la capital, y otras ciudades, aparecerían otros militantes de la estética vanguardista.
Con respecto a lo segundo, si nos atenemos al ámbito estrictamente literario, la década del '20 en el Ecuador constituía un escenario de agudos debates entre las tendencias que adherían a las distintas vertientes vanguardistas (Ultraísmo, Creacionismo, Cubismo, Surrealismo, etc.) y aquellas que proponían la preeminencia del realismo social naturalista o realismo de denuncia, tendencia que se volvería hegemónica durante los años que van de 1930 a 1950. Hacia 1920, Ecuador vivía también los últimos estertores del modernismo ecuatoriano iniciado por el poeta guayaquileño César Borja, a fines del siglo XIX, y que llegaría a su apogeo y final con cuatro exquisitos poetas –Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño, Humberto Fierro y Medardo Ángel Silva–, llamados "los decapitados" por su trágico destino y su deserción, deliberada y programática, de la realidad americana de la que se sentían exiliados.
Todo este clima de contradictorias vertientes literarias, se daba en un contexto social y político altamente conflictivo. El bloque oligárquico –semifeudal y capitalista incipiente– en el poder había mostrado su verdadero rostro represivo y explotador y, en contrapartida, la agitación social alcanzaba un grado de extrema insurgencia. Aparecían los partidos socialista y comunista; se fortalecía, incluso bautizado con sangre, el movimiento obrero; y todo ello influía decisivamente en el imaginario y en la conciencia de los intelectuales, casi todos provenientes de la pequeña burguesía, marcados además por lo que sucedía en el mundo: la Revolución Rusa de 1917 y, poco antes, la Revolución Mexicana.

RAÚL SERRANO SÁNCHEZ | En Ecuador la vanguardia, que tendrá varias tendencias o manifestaciones, lo que le da un carácter plural, surge en las primeras décadas del siglo XX. Ya hacia 1919 se habla, en las revistas y periódicos del medio, de poetas de la vanguardia europea como Guillaume Apollinaire. Pero no olvidemos que para 1918, un poeta, fundamental en este proceso, como es Hugo Mayo, desde Guayaquil, empezó a colaborar con revistas ultraístas como Cervantes y Grecia, que se publicaban en España. El mismo Mayo, junto con otros contemporáneos creará, en los años 20, revistas como Síngulus, Proteo y su célebre Motocicleta, que aparece en 1924, y en la que se difunden los textos de los poetas del momento tanto de Ecuador, América Latina y Europa.
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ
Para 1926, en Quito, circula una revista vital, Hélice. Sin duda el nombre de la revista de Mayo como la quiteña, resultan sintomáticos y reveladores en lo que tiene que ver con los códigos, el nuevo lenguaje, los postulados que los vanguardistas llevarán adelante a través de sus revistas.
Hélice fue dirigida por el gran pintor vanguardista Camilo Egas, el secretario de redacción fue Raúl Andrade, uno de los cronistas y ensayistas más lucidos de la literatura ecuatoriana y latinoamericana del siglo XX. A ellos se sumarán autores como el poeta Gonzalo Escudero y el gran narrador Pablo Palacio, quien publicará algunos de los cuentos de su deslumbrante, hasta hoy, libro, Un hombre muerto a puntapiés (Quito, 1927).
El ambiente que tuvieron que enfrentar los vanguardistas, esto es similar en toda América Latina, era deprimente y comprimido: eran los años en los que la modernidad capitalista se instala en nuestras sociedades, lo que dará paso a la formación de una clase oligárquica que empezará a defender sus privilegios con pólvora; privilegios logrados con el ascenso que les permitió la Revolución Liberal de 1895. En Ecuador, son años de inestabilidad política y económica. Un hecho que marcará a todos los vanguardistas será el llamado "bautizo de sangre" de la clase obrera que la plutocracia decretó el 15 de Noviembre de 1922 con una masacre atroz que se desató en Guayaquil una vez que los trabajadores y la población civil se lanzaran a las calles a exigir mejores condiciones de vida al gobierno de turno.
Posteriormente, se producirá en Quito la conocida Revolución Juliana de 1925 que se esforzó por ponerle un límite a los abusos de esa plutocracia liberal que controlaba la maquinaría del Estado. Revolución que sin duda puso al día al país en lo que respecta a los procesos modernizadores del aparato estatal, de acuerdo a las demandas del capitalismo internacional.
En la cultura, en particular la literatura, lo que reinaba en ese escenario fracturado, era una cultura amorfa, con enormes resonancias y sometimientos coloniales. Una literatura cuya seña particular era la de encarnar de manera inauténtica a una clase que, desde la colonia, y luego en la fundación del país, no supo dar cuenta (si lo hizo fue de manera aislada, sobre todo por lo que hicieron ciertos intelectuales civiles en el siglo XIX como Juan León Mera, de manera marginal) de la complejidad, de las contradicciones que la cultura del país encerraba en tanto nación plurinacional, por tanto atravesado por una fuerte pluriculturalidad.
De esas contradicciones, paradojas, e inautenticidad que expresaba a la larga o la corta una identidad atrofiada, supieron dar cuenta de manera lúcida los vanguardistas de Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja. Prueba de esto es la obra de narradores como los autores del cuentario Los que se van: cuentos del cholo i el montuvio, que se publica en 1930 en Guayaquil; la obra indigenista de Jorge Icaza, y las ficciones de Pablo Palacio en Quito, así como la de uno de los autores clave de este periodo: Humberto Salvador, autor de un libro de cuentos como Ajedrez (Quito, 1929), y de la novela, En la ciudad he perdido una novela (Quito, 1930). Título que por si solos ponen en evidencia la poética que las vanguardias iban levantando en la piel y en la memoria del país.

FLORIANO MARTINS | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?

FRANCISCO PROAÑO ARANDI | De manera inmediata a la aparición de escritores vanguardistas en el Ecuador, se produce un fenómeno paradójico que, sin embargo, persistiría como una suerte de malentendido en buena parte de la crítica literaria ecuatoriana a lo largo del siglo XX. Por un lado, la estética vanguardista, que implica sobre todo una subversión de la sintaxis positivista propia del siglo XIX (el realismo), es duramente cuestionada por intelectuales y publicaciones tradicionalistas, que abogan por un retorno a los moldes clásicos. Un conspicuo representante de este espectro ideológico, romántico tardío él, Gonzalo Zaldumbide, conceptuaba la vanguardia como "un ataque a las tradicionales normas clásicas de belleza" y reivindicaba, frente a la subversión que implicaba la poesía vanguardista, vocablos como "armonía, unidad, serenidad, recato, gracia, música, estrofa, naturalidad, emoción, delicadeza, belleza" y otros por el estilo. Por otro lado, en la vertiente contraria, esto es, en la de los intelectuales de izquierda y revolucionarios, se veía a las vanguardias como un estilo decadente y propio de la "burguesía en descomposición".
En 1934, Sergio Núñez, uno de los más representativos realistas socialistas de la generación del 30, articulaba esta lápida para la vanguardia: "La poesía vanguardista es antisocial, siendo como es, antirrítmica, bárbara". Y proponía, frente al vanguardismo, una poesía "de los humildes, sin adjetivos, sin metaforismos ni espirales verbosas". Pese a sus diferencias ideológicas, ambos, Núñez y Zaldumbide, coinciden en un punto: su conservadurismo artístico y su incomprensión del significado nuevo y profundamente revolucionario o, al menos, revulsivo, de las vanguardias. Joaquín Gallegos Lara, figura clave del realismo social, autor de una novela emblemática de la tendencia (Las cruces sobre el agua), arremeterá igualmente contra las vanguardias. "El vanguardismo literario en Europa como en América es únicamente la más a la moda de las escuelas del arte burgués en disputa", afirmará, y emprenderá una dura crítica contra dos novelistas que, perteneciendo a las filas de la izquierda política, publicaron obras de profundo alcance vanguardista: Humberto Salvador (En la ciudad he perdido una novela) y Pablo Palacio, este último dueño de un estilo corrosivo, verticalizado, connotativo, caracterizado por las continuas rupturas del tiempo narrativo y por una radical subversión de la sintaxis propia del positivismo y del realismo decimonónicos. Su breve obra narrativa lo demuestra: Un hombre muerto a puntapiés, Débora y Vida del ahorcado.
En contrapartida, otros grandes representantes de la vanguardia poética ecuatoriana, entre ellos, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero y Alfredo Gangotena, consolidaron una obra que, en sí misma, implicó un viraje radical en su forma y en sus contenidos y una puesta al día con la modernidad literaria latinoamericana y universal. Frente a los cuestionamientos antes señalados, Carrera Andrade explicaba muy claramente, en 1931:

La vanguardia es así una milicia de poetas nuevos que aspiran a ponerse al compás de esta era de civilización manual y mecánica… La nueva poesía … ha desechado las formas literarias del pasado, pues ha visto en ellas el reflejo de la dominación de una clase y se ha lanzado valientemente a la conquista de la libertad de expresión que la ponga a salvo de la antigua dictadura estética.

Como subrayé antes, dadas las circunstancias históricas prevalecientes, la vanguardia perdió vigencia hacia los primeros años de la década del treinta y en su lugar se instauró, como discurso hegemónico, el realismo social naturalista que sólo llegaría a una etapa epigonal y de descomposición hacia finales de los años cincuenta.

RAÚL SERRANO SÁNCHEZ | Creo que más que "estar de acuerdo", lo que estaban era en sintonía, lo que sin duda reviste a los movimientos de vanguardia de Ecuador, como los de Latinoamérica, de un sello propio, particular, incluso de cierta independencia. No olvidemos que el Creacionismo de Vicente Huidobro surge en Chile hacia 1916. Tampoco creo que "agregaban algo distinto"; estimo que ellos aportaron lo que las vanguardias europeas no pudieron desarrollar por su propia especificidad cultural y política.
En el caso del Ecuador, la vanguardia, tanto en poesía como en narrativa y teatro, desarrolla elementos, estrategias, tópicos que no necesariamente son surrealistas, sino ya realmaravillosos, realmágicos, o de un psicologismo que trasciende la propia noción del Surrealismo o del Expresionismo. Tal es así que esas nociones serán, con la literatura del boom en la década de los 60, resemantizadas, reformuladas, amplificadas.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?

FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Una primera afirmación: la emergencia de las vanguardias en el Ecuador no es de ningún modo tardía, como pudiera suponerse. Por otro lado, se verifica una comunicación realmente significativa entre los adherentes ecuatorianos a las corrientes de vanguardia con sus similares en el ámbito hispanoamericano. Lo demuestra la vinculación del poeta vanguardista Hugo Mayo con publicaciones de la tendencia en diversos países, como se consignó al responder una pregunta anterior: la publicación de poemas suyos en revistas de vanguardia como Grecia y Cervantes (en España) y sus colaboraciones en otras, entre ellas, Actual, hoja de vanguardia No.1 (1921), órgano de difusión del llamado Estridentismo mexicano; Pegaso, de Montevideo; Creación, revista que publicaba Vicente Huidobro; Ultra, Tableros, Circunvalación. En 1926, Jorge Luis Borges incluye a Hugo Mayo en la publicación Índice de la nueva poesía americana.
César E. Arroyo, intelectual ecuatoriano radicado en Europa, se convertiría, en los años veinte, en un vínculo capital entre los vanguardistas del país y sus similares europeos, especialmente españoles y latinoamericanos, como Rafael Cansinos-Assens, Gerardo Diego, el chileno Vicente Huidobro o el mexicano José Juan Tablada, quien estaría en el Ecuador hacia 1922.
Jorge Carrera Andrade, quizá el más universal de los poetas ecuatorianos en el siglo XX y conspicuo representante de la vanguardia latinoamericana, tuvo sin duda contacto fructífero con sus similares latinoamericanos y del mundo, si tomamos en cuenta que muy pronto inició una vida de peregrinaje que lo llevaría a vivir largas temporadas en diversos países, tanto europeos, fundamentalmente Francia, cuanto algunos algunos latinoamericanos y en Japón.
Alfredo Gangotena, otro de los grandes representantes de la vanguardia ecuatoriana y latinoamericana, quien residiría algunos años en París y escribiría buena parte de su obra medular en francés, estuvo íntimamente vinculado a algunos poetas representativos de aquellos años, como, por ejemplo, Jean Cocteau, Henri Michaux, entre otros.
Debe anotarse, sin embargo, que la vanguardia ecuatoriana de los años veinte, no se expresó a través de un movimiento orgánico o grupo literario específico, sino mediante figuras individuales coincidentes en sus propuestas estéticas, como las que hemos mencionado: Hugo Mayo, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Alfredo Gangotena, Humberto Salvador, Pablo Palacio.

RAÚL SERRANO SÁNCHEZ | Relaciones fluidas que se sostenían, a pesar de las limitaciones en lo comunicacional, en el diálogo, el debate y la confrontación; manteniendo un ámbito de autonomía que ponía en cuestionamiento las visiones eurocentristas que intentaban colarse. Cuando examinamos las reseñas, que por si dicen más de lo que ocultan, que publican las revistas de la vanguardia latinoamericana, por ejemplo revista de avance, de La Habana, el Boletín titikaka o Amauta, lo que se desprende es el espíritu de polémica que los autores desplegaban, incluso llegando a la contradicción, porque sin duda, sin ese elemento, la vanguardia nuestra no hubiera podido implosionar y convertirse en lo que resulta ser hasta hoy: una máquina verbal de movimiento perpetuo. Además, los debates, de los que dan cuenta de manera profusa y rica los manifiestos y proclamas, son parte de las discusiones que no se quedaron, por parte de los vanguardistas, en lo puramente estético o literario, sino que, en un diálogo lúcido con la historia, involucraron lo político.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?

FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Es indudable que los vanguardistas ecuatorianos dejaron impresa una profunda huella en la poesía ecuatoriana posterior a 1930. El crítico Hernán Rodríguez lo señala en su antología Los otros postmodernistas (Ediciones Clasicos Ariel, No. 89, Quito, 1972): "Sin embargo, aun sin los modos o los experimentos de los ismos, la poesía ecuatoriana adquirió nuevos acordes y nuevas maneras. Fue un auténtico postmodernismo. Novedades en ritmos, plenitud de la metáfora, mayor libertad y fuerza, nueva densidad, gusto más depurado; superación definitiva de la métrica lujosa, los versos sonoros y el clima sentimental del Modernismo y Simbolismo". En otro sentido, los poetas que abrevaron sus técnicas en las vanguardias imprimieron un giro de 180 grados a sus preocupaciones y temas, volvieron sus ojos a la realidad americana y coincidieron, casi todos, en una visión política contestataria e insurreccional, al menos en los primeros tiempos (1930-1940).
A más de los poetas de vanguardia mencionados, cabe citar también a voces poderosas como las de César Dávila Andrade, Miguel Ángel Zambrano, Miguel Ángel León, Augusto Arias, Manuel Agustín Aguirre, Jorge Reyes, Atanasio Viteri e Ignacio Lasso. Más tarde, en los años cincuenta, tendríamos una nueva generación integrada por poetas de la talla de Jorge Enrique Adoum, Francisco Granizo, Efráin Jara Idrobo, Carlos Eduardo Jaramillo, Francisco Tobar García y Jacinto Cordero, todos herederos de la vanguardia, aunque también de las corrientes poéticas representadas en América, de una parte, por César Vallejo y, de otra, por Pablo Neruda.
En cuanto a la prosa, cabe indicar que Humberto Salvador, pero principalmente Pablo Palacio, se consideran legítimos precursores de las nuevas vertientes aparecidas a partir de la década del sesenta, años en los que emerge una nueva vanguardia y una puesta al día con las corrientes literarias imperantes en el resto del continente, tanto en poesía, como en novela y relato breve.





 RAÚL SERRANO SÁNCHEZ | Creo que uno de los aportes centrales, innegable de las vanguardias a la tradición poética latinoamericana, es lo que tiene que ver, y que es parte del legado del romanticismo, está en la profundización de las propuestas que el modernismo, con Martí y Darío a la cabeza, había abierto y que los vanguardistas llevaron al límite. Esto es que la vanguardia dará lugar a la conformación de una lengua diferente, más intensa, más antropófaga como diría Oswald de Andrade, por tanto más salvaje, más peculiar; una vanguardia que creó sus reglas de juego, que se expresan en los textos de O. de Andrade como en la escritura avasalladora, moderna y post todo lo que venga, de César Vallejo, Girondo, Neruda, Gilberto Owen, Hugo Mayo, Alfredo Gangotena, Borges, etc.
Los poetas de la vanguardia liberaron al poema, por tanto a la escritura poética, de todo aquello que antes interfería en la búsqueda de horizontes, abismos, cielos e infiernos, en los que la libertad, uno de sus postulados centrales, no sólo era un manifiesto retórico, sino un hecho poético, un acto de escritura impostergable.

FLORIANO MARTINS | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?

FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Acaso el estudio más exhaustivo que existe sobre las vanguardias ecuatorianas sea el titulado La noción de vanguardia en el Ecuador: Recepción, trayectoria, documentos. 1918-1934 (Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1989), del crítico Humberto Robles. Como consta en el título de la obra, incluye una sección con documentos fundamentales entresacados de las publicaciones de los años sobre los que se centra el estudio. Cabe indicar que para Robles, el año 1934 marca el final de la insurgencia vanguardista en el Ecuador y la consolidación, en cuanto tendencia hegemónica, del realismo social naturalista de denuncia.
Entre las publicaciones de las cuales Robles extrae algunos documentos fundamentales están Caricatura (Quito, 1919); Síngulus (Guayaquil, 1921); Proteo (Guayaquil, 1922); Quito (1922); Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria (Quito, 1923); Hélice (Quito, 1926); Llamarada (Quito, 1926); Savia (Guayaquil, 1927); Renacimiento (Loja, 1928); Mañana (Cuenca, 1928); Lampadario (Quito, 1931); Hontanar (Loja, 1931, 1932); Élan (Época, en Quito, 1932); América (Quito, 1932); Nervio (Quito, 1934); Revista Universitaria (Loja, 1934). Recoge también documentos publicados en diarios y ensayos antivanguardia de escritores como Joaquín Gallegos Lara y Sergio Núñez.
Singular interés tiene el texto de la conferencia dictada por César E. Arroyo, sobre el tema "La nueva Poesía: el Creacionismo y el Ultraísmo", en 1923, en el teatro Edén de la capital ecuatoriana y publicado en la Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria (No. 106-III, Quito, enero-junio, 1923). Así como artículos, pronunciamientos y ensayos publicados por representantes conspicuos de la vanguardia como Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero y otros.
Otros estudios o recopilaciones han recuperado muchos documentos fundamentales de la vanguardia ecuatoriana y de las polémicas y debates suscitados en la época. A más de la mencionada obra de Robles, debe citarse publicaciones como las siguientes:

-Revista re/incidencias, No. 1, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2002, dedicado a Jorge Carrera Andrade.
-Revista re/incidencias, No. 5, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2009, dedicado a Hugo Mayo.
-Revista re/incidencias, No. 6, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2011, dedicado a Alfredo Gangotena.
-Revista Letras del Ecuador, No. 185, Casa de la Cultura Ecuatoriana, agosto 2003, con el tema monográfico "Aproximación a las vanguardias".

RAÚL SERRANO SÁNCHEZ | Sin duda, y que estas palabras sean, a la vez, un tributo, al crítico y ensayista Humberto E. Robles, quien fue el pionero, en Ecuador, de sistematizar a través de un ensayo esclarecedor y oportuno, lo que implicaron los movimientos de vanguardia en nuestro país, y de estructurar un libro que hoy por hoy es un referente clave, ineludible, a la hora de hablar de estos procesos: La noción de vanguardia en el Ecuador: Recepción, trayectoria, documentos (1918-1934), cuya primera edición la auspició la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, en 1989.
Vale anotar que en 2006, con motivo del centenario del natalício de dos autores ineludibles de este proceso, ubicados en tendencias o estéticas opuestas pero complementarias, Jorge Icaza y Pablo Palacio, la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, publicó una segunda edición actualizada de este notable texto. Título que se suma a los excelentes esfuerzos continentales de críticos como el chileno Nelson Osorio, que en 1988 editó, en Biblioteca Ayacucho, Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia hispanoamericana. Lo mismo el libro del crítico Hugo J. Verani: Las vanguardias literarias en Hispanoamérica: manifiestos, proclamas y otros escritos (México, Fondo de Cultura Econômica, 1995). Así como el volumen de Jorge Schwartz: Las vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos, de 1991; y el trabajo de la crítica argentina Celina Manzoni: Vanguardistas en su tinta. Documentos de la Vanguardia en América Latina (Buenos Aires, 2008).
Sin duda que se trata de esfuerzos notables que han abierto una brecha que los nuevos investigadores y críticos tendrán que ahondar; porque está claro que, respecto a la vanguardia de Ecuador como a la de América Latina, no todo está dicho, y siempre habrá algo más que anotar al margen. Por algo es un movimiento que estuvo y está en vanguardia, o sea en ese movimiento que sobresale, que no para de cuestionar y sorprender a propios y extraños, porque siempre va por delante, en la proa, en la hélice o cabalgando en motocicleta…

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Francisco Proaño Arandi (Ecuador, 1944) | Raúl Serrano Sánchez (Ecuador, 1962)

Capítulo VII do livro Espelho Inacabado – Imaginário das vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições. Artista convidado: Gilberto Almeida Egas (Ecuador, 1928-2015)





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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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