sexta-feira, 3 de junho de 2016

S32 VANGUARDAS NO SÉCULO XX | Bolívia: Gabriel Chávez Casazola & Homero Carvalho Oliva


GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA
FLORIANO MARTINS | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en Bolivia? ¿Cómo era el ambiente cultural entonces?

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA | Es muy difícil precisarlo, porque en Bolivia la influencia de las Vanguardias fue marginal y tardía. A diferencia del Modernismo, cuya llegada a Bolivia está claramente datada (1898-99), tanto a través de obras publicadas como de artículos de prensa, y cuya estela fue larga en la poesía de mi país (Alberto Julián Pérez habla de un largo período de "retención" de la estética modernista), las Vanguardias no desembarcan en la mediterránea Bolivia. Apenas infiltran algunos ecos que jamás llegan a tomar cuerpo, pues –a diferencia de países vecinos– aquí no se gestaron corrientes locales correspondientes con los grandes movimientos hispanoamericanos de vanguardia (mal puede hablarse, por ejemplo, de un ultraísmo, creacionismo, estridentismo o surrealismo bolivianos) ni tampoco se generaron movimientos propios con rasgos que podrían considerarse nítidamente vanguardistas.
Es sugestivo notar los esfuerzos de varios estudiosos y antólogos de la literatura boliviana para encontrar –forzando un poco las tintas– numerosos poetas y hasta movimientos vanguardistas en Bolivia. Un repaso sistemático y crítico de estos esfuerzos puede encontrarse en el libro de Hübert Poppel y Miguel Gomes Bibliografía y Antología Crítica de las Vanguardias literarias. Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Allí puede verse de manera resumida y secuencial la forma en que un determinado antólogo y/o estudioso de la literatura boliviana elige su elenco de poetas vanguardistas y cómo esta selección es diferente –y a menudo contradictoria– con la realizada por otro estudioso, que propone otros nombres, a su vez ignorados por un antólogo posterior y así ad nauseam.
De hecho, uno no puede sino quedar perplejo cuando se clasifica como vanguardistas a poetas como Franz Tamayo (modernista singular, entre la Hélade y los Andes) u Oscar Cerruto, quien incluso –sin serlo, salvo quizá en sus poemas más tempranos– fue llamado "primer vanguardista boliviano"; y aun quedan muchas dudas en casos como los de Guillermo Viscarra Fabre, Raúl Otero Reiche, Yolanda Bedregal, Lucio Diez de Medina y Antonio Ávila Jiménez, considerados vanguardistas por varios críticos, y que al igual que otros poetas posteriores –los propios Edmundo Camargo y Jaime Sáenz– acusan cierto recibo de la herencia vanguardista, pero asimilada en una amalgama de influjos varios y con una poética muy personal.
Se ha tratado también de catalogar como vanguardista a un movimiento local, Gesta Bárbara, en su segunda etapa, conocida como la Segunda Gesta Bárbara, iniciada en 1944. Sin embargo, carece de la mayor parte de aquellos atributos rupturistas que pueden definir a una vanguardia como tal. Resulta, más bien, un intento muy heterogéneo de hacer una literatura renovadora con elementos e influencias de varia inventio, entre las cuales algunos de sus miembros suman a las Vanguardias, pero de manera particular, ocasional y a menudo arbitraria.
Entre los poetas de la Segunda Gesta Bárbara, acaso el más próximo al Surrealismo (aunque un "surrealismo muy propio" y "adherido al paisaje", según Julio de la Vega) sea Gustavo Medinaceli, quien se empapó de este movimiento en Francia y una de cuyas lecturas públicas, en 1946, es considerada por De la Vega como el comienzo del Surrealismo en Bolivia. Empero, la obra de G. Medinaceli se deslíe y desdibuja luego en el tiempo, tras su temprana muerte en 1957 (había nacido en 1923), sin divulgación ni capacidad de seguir influyendo o movilizando el entorno, al punto que podríamos considerar que aquella lectura fue casi un comienzo y casi un fin.
Otros autores con mayor influencia vanguardista, pero apenas conocidos, leídos, publicados y estudiados en Bolivia son Luis Felipe Vilela y Luis Luksic, de quien se conserva, entre otros poemas de diferente alineación estética, apenas un texto que fue parte de un proyecto de libro llamado Novela automática, al parecer extraviado.
Hay otros dos nombres –que en realidad son dos seudónimos– en los que deseo detenerme un momento. El primero es el de un poeta peruano claramente vanguardista, Gamaliel Churata (nacido Arturo Peralta), que vivió en Bolivia, formó parte activa de la primera Gesta Bárbara (fundada en 1918 en Potosí) y fue un movilizador literario e intelectual en la sociedad de su época, cuya peculiar obra El pez de oro es ahora casi un libro de culto en medios académicos andinos. Churata fue un vanguardista en Bolivia, no de Bolivia, pero su labor de divulgación y modernización en un ambiente tan conservador y provinciano como el boliviano resultó determinante para oxigenar en alguna medida la literatura de su tiempo. De ahí que sea posible hablar de un cierto rastro vanguardista de Churata en autores bolivianos contemporáneos suyos y aun posteriores.
El otro seudónimo es el de Hilda Mundy (Luisa Villanueva), una escritora nacida en Oruro (por entonces un importante centro minero, ferroviario y comercial, más vinculado al exterior que otras ciudades de Bolivia). La Mundy publica en 1936 un libro de difícil clasificación (¿prosa poética? ¿poesía?) llamado Pirotecnia, con el subtítulo Ensayo miedoso de literatura ultraísta. Luego, su obra y ella misma (casada con el poeta Antonio Ávila Jiménez) se eclipsan, hasta ser recuperadas en el año 2004 por el grupo de escritores responsables de la revista y sello editorial "La mariposa mundial".
Mundy es, acaso, lo más cercano a la Vanguardia que se puede encontrar en Bolivia, junto a otros tres autores en prosa: María Virginia Estenssoro con su difícilmente clasificable texto El occiso; el narrador potosino Roberto Leytón, con su ruptora novela Aguafuertes de 1926 (también olvidada y recientemente recobrada, reeditada y revalorizada) y Arturo Borda, cuya inextricable y vasta obra El loco –otro libro de culto entre los críticos andinos– acaba de publicarse, en versión resumida, como parte de las 15 novelas fundacionales de Bolivia, no siendo propiamente una novela la obra original.
En resumen, podríamos decir –como apuntábamos al principio– que las Vanguardias no dejaron una marca nítida en Bolivia, salvo de una manera aislada, por ejemplo en Hilda Mundy o en algunos autores de la primera y segunda Gesta Bárbara, e incluso en ellos solo en determinadas épocas y textos. Pero además, que su llegada fue tardía (el Surrealismo ya cerca de los años '50).
¿A qué atribuir este fenómeno? Creo que a dos rasgos de la poesía y las letras bolivianas: su asincronía (concepto mencionado por Alberto Julián Pérez y desarrollado por Gary Daher); esto es, su desfase –hacia adelante o hacia atrás, y generalmente hacia adentro– respecto a los movimientos, tendencias, ideas y estéticas predominantes en otras naciones; y su ensimismamiento, al que suelo llamar "mediterraneidad espiritual", provocada por una suerte de complejo nacional que nos deja suponer que la falta de acceso al mar nos ha privado de la posibilidad de relacionarnos con el mundo exterior y nos hace mirarnos presos de altísimas montañas al occidente y ríos feraces al oriente.
Ello, además de –y conjuncionado con– circunstancias históricas, sociales y culturales muy concretas de la primera mitad del siglo XX: falta de integración física y cultural entre las distintas regiones del país (y menos aún con el exterior) por ausencia de carreteras, trenes y costa; grandes masas analfabetas y sumidas en la pobreza, frente a una oligarquía ilustrada desdeñosa de la construcción de un proyecto inclusivo y moderno de nación, y en medio una burguesía pacata y provinciana; sentimiento de desconfianza hacia lo externo por las derrotas en sucesivas guerras con países vecinos; la Guerra del Chaco, en los tempranos años '30, que despertó la conciencia de que existía diversidad de regiones y de razas en un mismo país, y generó un pensamiento, una literatura y una intelectualidad propias, de fuerte acento nacionalista, ajenas en gran medida a los flujos y reflujos del mundo exterior, en fin… Todo un caldo de cultivo para el ensimismamiento y la asincronía de nuestras letras, y la consiguiente aparición de poéticas y narrativas muy singulares y difíciles de clasificar en las categorías habituales.

HOMERO CARVALHO OLIVA
HOMERO CARVALHO OLIVA | Según el poeta Eduardo Mitre, autor de libros como Mirabilia y Ferviente humo y de los ensayos literarios El aliento en las hojas y de El árbol y la piedra, la poesía de vanguardia en Bolivia la inician tres mujeres: Hilda Mundy, [1] Yolanda Bedregal [2] y María Virginia Estenssoro. [3] Afirmación que compartimos muchos poetas bolivianos.
Mitre afirma, en el libro Pasos y voces que el poemario Pirotecnia (1936) de Hilda Mundy, pseudónimo de Laura Villanueva Rocabado (1912-1982), "plasma una poética claramente vanguardista, tanto por la exaltación de la imagen o metáfora como por su lenguaje en prosa". Así mismos señala que varios poemas de Naufragios (1936) de Yolanda Bedregal (1916-1999), son claras muestras de esta tendencia. Algo interesante del análisis de Mitre es la inclusión de la narradora Virginia Estenssoro (1903-1970) también como iniciadora de esta corriente, con El occiso (1937), que para Mitre es un poema en prosa y que vendría a ser la precursora de Jaime Sáenz, tanto temática como estilísticamente.
La obra de estas tres mujeres es clave para entender la vanguardia como un signo de renovación poética, más allá del modernismo que podemos decir es el compromiso con el arte mismo y de otras corrientes que llegaban de Europa. Ellas escribieron después de la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Bolivia y Paraguay, en un país devastado moral y políticamente. En esos años, entre 1930 y 1950, en Bolivia no existía grandes movimientos literarios y la labor poética estaba centrada en grupos de artistas: pintores, poetas, escritores, dramaturgos y bohemios, que se juntaban para no sentirse tan solos y compartir sus esperanzas por un futuro mejor.
La Guerra del Chaco incubó entre los combatientes la necesidad de cambiar las cosas en un país con características feudales, con una población analfabeta, cuyas riquezas estaban en manos de los barones del estaño; los veteranos regresaron del frente, cargando más de 50.000 muertos y la pérdida de otra gran extensión territorial, militantemente hicieron campaña contra la oligarquía minero-feudal y los políticos liberales que los habían empujado al estúpido sacrificio bélico, de la Guerra del Chaco pasando por una Guerra civil en 1949, hasta llegar al 9 de abril de 1952, día que estalló la insurrección popular que dio inicio a la Revolución Nacional, que estableció el Voto Universal, la Reforma Agraria, la Reforma educativa y la Nacionalización de las minas como conquistas irreversibles del pueblo boliviano. El ambiente cultural de esos años, pre y post Guerra del Chaco estaba signado por la pobreza, la incertidumbre y la tragedia.
En esa atmósfera cargada de presagios y en una febril actividad revolucionaria, en la que participan intelectuales con ensayos sobre una sociedad más justa, antiimperialista y socialista; así como muralistas y dramaturgos, se desarrolla tempranamente (antes de 1952) la obra de Mundy, Bedregal y Estenssoro. Su poesía es eminentemente urbana, inminentemente social y decididamente cuestionadora del papel conservador de la mujer en la sociedad.
Cabe destacar que sobre Hilda Mundy se han venido realizando una serie de estudios, en una especie de redescubrimiento de su obra. El hallazgo de estas mujeres como pioneras de la vanguardia, confirma algo ya sabido en nuestro país que fue otra mujer: Adela Zamudio (1854-1928), el emblema del romanticismo.

FLORIANO MARTINS | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA | Dicho todo lo anterior, está claro que si vamos a considerar a las dos Gestas Bárbaras (de 1918 y de 1944) como movimientos vecinos a las Vanguardias, éstas tuvieron un fuerte anclaje en motivos nacionales, en especial telúricos y rurales (primera Gesta), que se combinaron con los elementos tomados de diversos veneros, entre ellos el Surrealismo.

HOMERO CARVALHO OLIVA | En Bolivia lo que sucedía en Europa siempre nos llegaba un poco tarde, quizá por nuestro encierro marítimo o quizá porque esa es nuestra mejor excusa para nuestro propio encierro, fue así que las corrientes europeas nos llegaron después de unas dos décadas. Sin embargo, como sucede en todo espacio cosmográfico, los creadores le agregan algo local, en este caso la influencia del paisaje, la atmósfera postguerra del Chaco y la conspiración de las masas y la participación de la mujer en el proceso revolucionario que se avecinaba. Me remito a Margarita Vila quien, hablando de arte, sostiene que "para comprender esa pionera recepción de las vanguardias europeas, hay que considerar el carácter "abierto" como señala la crítica Marta Traba de tales países. Todos ellos miran al Atlántico y por ello, las comunicaciones marítimas con Europa resultaban más fáciles que para Perú, Bolivia, Paraguay y Ecuador, "cerrados" privados de salida a tal océano, y con mayor población indígena".
Bajo esta óptica es posible que la ruptura que suponía la escritura de una poética vanguardista no haya sido comprendida y asimilada sino hasta muchos años después.
Em Bolivia existió un grupo denominado Gesta Bárbara que nació en Potosí en el año 1918, y que, entre otros, estaba integrado por Carlos Medinacelli y Gamaliel Churata. Gesta Bárbara fue el único intento de crear un movimiento de vanguardia en Bolivia recurriendo a una literatura anticolonialista. Medinacelli, con su novela La Chaskañawi, introdujo a princípios del siglo veinte el tema del mestizaje en la literatura boliviana y Churata, es un gran poeta peruano que está siendo reconocido tanto en su país como en el nuestro, ambos pueden ser considerados precursores de una vanguardia narrativa y poética cuya bandera fue tomada años después por otros escritores.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA | Creo no equivocarme al postular que no existían relaciones establecidas. Es más, en Bolivia ni siquiera podían circular con facilidad las ideas y textos de los otros países por las propias limitaciones ya señaladas: muy pocos lectores, pocas imprentas, dificultad de trasladar los libros, periódicos de cortos tirajes…
Lo que sí hubo fue una suerte de embajadores (esto mismo ocurrió con el Modernismo, solo que en este caso con mucho y extenso impacto) que tendieron puentes hacia y desde Bolivia, como el mencionado Gamaliel Churata o Gustavo Medinaceli. Pero fueron muy pocos y a diferencia, otra vez, del Modernismo, los vientos vanguardistas no llegaron a constituir escuela ni a arraigarse nacionalmente.
Al respecto, no deja de ser significativo que la influencia vanguardista traída por Churata en su primera venida en 1917, llega a Potosí, zona minera otrora rica pero entonces sumida en el aislamiento y la mediocridad provinciana, como lo ponen en evidencia, con desgarro, los escritos de los propios integrantes de la primera Gesta Bárbara. En este sentido, Churata es un pingüino en el Sahara, una perla perdida en los Andes.

HOMERO CARVALHO OLIVA | Pese a estar muy cerca no existía una relación tan fluida como se esperaría, quizá porque Bolivia fue y sigue siendo una isla mediterránea. Creo que por ese entonces y pese a no tener los privilegios tecnológicos de ahora, las relaciones entre poetas, aunque escasa, era profunda y sostenida. Creo que el hecho de mantener correspondencia escrita, el trabajo de escribir ya sea a pulso o a máquina y luego tener que esperar una respuesta que tardaba semanas o meses, hacía que esa relación sea más profunda y significativa, dotándole a la misma de una potencia especial. Potencia que la velocidad con la que ahora nos comunicamos quizá haya aminorado.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA | Creo que ninguno que merezca anotarse.

HOMERO CARVALHO OLIVA | Creo que existen influencias y correspondencia entre la obra de esas tres pioneras y los poetas que escribimos hoy, puede incluso que haya herederos legítimos y herederos no reconocidos de esa tradición. Entre las intersecciones del camino habría que nombrar a los modernistas Ricardo Jaimes Freyre, Gregorio Reynolds, José Eduardo Guerra y Franz Tamayo y con sus propios registros, habría que nombrar, entre otros, a Oscar Cerruto, a Jaime Sáenz, a Raúl Otero Reiche, a Edmundo Camargo, a Eduardo Mitre, a Pedro Shimose, a Alcira Cardona, a Blanca Whietüchter, a Vilma Tapia, a Ruber Carvalho, a Jorge Campero, a Gary Daher, a Gigia Talarico, a Benjamín Chávez, a Gabriel Chávez y entre los más jóvenes a Emma Villazón, a Edson Hurtado, a Paura Rodríguez, a Claudia Vaca, y a Mónica Velásquez. Sé que la lista no acaba aquí porque la poesía en Bolivia, como en todo el mundo, siempre será una tarea inconclusa.
La poesía y la actitud de estas mujeres están vigentes simbólicamente en las de muchos poetas contemporáneos, quizá no con la fuerza teórica con la que la vanguardia fue asimilada en países como Chile, Perú o Brasil, pero está presente ya sea como intuición de un lenguaje imaginario o como un legado lingüístico preciso y universal.








FLORIANO MARTINS | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA | Los documentos de la primera y segunda Gesta Bárbara, otra vez consideradas movimientos cercanos a las Vanguardias, al igual que aquellos de los poetas o narradores que hemos considerado igualmente próximos a ellas, se han conservado en cierta medida. Algunos, los publicados en obra impresa, no son fáciles de encontrar salvo aquellos reeditados en años recientes. Y los aparecidos en periódicos y los inéditos figuran, unos pocos, en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia y en algunos archivos particulares, no de muy fácil acceso.

HOMERO CARVALHO OLIVA | No existen documentos específicos sobre la vanguardia como una corriente poética; en Bolivia no se dieron manifiestos concretos o programas en poemas que pregonaban una ideología estética, no se teorizaba sobre la tendencia, se escribía de ese modo. Lo más cercano podría ser el Ensayo miedoso de la literatura ultraísta de Hilda Mundy, publicado en 1937.

NOTAS
1. Laura Villanueva, Hilda Mundy, nació en Oruro, usó varios pseudónimos como Anna Massina y Madame Adrianne, publicó entre otros libros: Pirotecnia, Cosas de fondo, Impresiones de la Guerra del Chaco, Ensayo miedoso de la literatura ultraísta y Temas varios de la mujer.
2. Yolanda Bedregal, nació en La Paz y es la poeta y escritora más importante de Bolivia, con una obra prolífica tanto en verso como en prosa. Publicó los poemarios Naufragio, Poemar, Ecos, Almadía, Nadir, Del mar y la ceniza, Bajo el oscuro sol, El cántaro del angelito, Convocatorias y compiló la Antología de la poesía boliviana en 1977.
3. Virginia Estenssoro, nació en La Paz y es famosa por su libro de cuentos El Occiso, sin embargo publicó otros como Memorias de Villa Rosa y Cuentos y otras páginas; además del poemario Ego inútil.


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Gabriel Chávez Casazola (Bolívia, 1972) | Homero Carvalho Oliva (Bolívia, 1957)

Capítulo II do livro Espelho Inacabado – Imaginário das vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições. Artista convidada: María Luisa Pacheco (Bolívia, 1919-1982)





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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 O RIO DA MEMÓRIA



Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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