sexta-feira, 3 de junho de 2016

S31 VANGUARDAS NO SÉCULO XX | Argentina: Graciela Maturo & Miguel Espejo


GRACIELA MATURO
FLORIANO MARTINS | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en Argentina? ¿Cómo era el ambiente cultural entonces?

GRACIELA MATURO | Ante todo, cabe deshacer un equívoco acerca de la palabra Vanguardia y su relación con el Surrealismo.
Los movimientos europeos y americanos de la vanguardia arrastran esa misma ambigüedad. Desde el romántico Expresionismo, crítico de la Modernidad, hasta el ultramoderno Futurismo, que canta a la máquina (la locomotora, el automóvil) se abre un amplio espectro que suele abarcar a las Vanguardias.
Yo definiría como "Vanguardia" al momento extremo del sujeto creador, dueño de sus instrumentos, que hace del arte un campo de experimentación.
Frente a ello el Surrealismo aparece como anti-vanguardia. Es el momento en que ese sujeto creador descubre un centro de sentido que es ajeno al hombre. El hombre no es ya el único que produce significaciones; las significaciones, o el sentido, lo preceden y abarcan. Por eso el poeta surrealista se convierte en escucha, en soñador, en médium. Sería "post-moderno" si esta palabra no estuviera ya tan connotada con otras actitudes.
Soy crítica de la automática clasificación de la literatura americana según los momentos de la europea. No podemos hablar de una vanguardia latinoamericana calcada de las vanguardias europeas, simplemente porque no somos europeos, y nuestra cultura no es pura recepción de lo que produce Occidente. Tenemos una cultura propia, fruto de la inicial transculturación hispano-indígena, con aportes africanos, asiáticos y de otros pueblos. Dentro del espectro cultural de América Latina es cierto que la Argentina tiene un perfil más europeísta que las demás naciones, pero esto no puede ser llevado al extremo de considerar su cultura como espejo de Europa.
En las primeras décadas del siglo Veinte prevalece el aire del Modernismo, que tiene ya toques vanguardistas, como puede verse en las obras de Ricardo Güiraldes, Baldomero Fernández Moreno y Leopoldo Lugones. Son obras de transición, que sin embargo no abandonan el ideario humanista del Romanticismo. Si tuviera que fijar un punto de arranque del Vanguardismo lo fijaría en una obra de Leopoldo Lugones: Lunario Sentimental, de 1909. Lugones incorpora el humor, el prosaísmo, la inversión de los cánones tradicionales, la audacia expresiva. Sin embargo no puede decirse que su obra posterior continúe por esta vía.
A partir de 1922 un grupo de jóvenes poetas estimulados por Jorge Luis Borges, que volvía de su residencia juvenil en Suiza y en España, inician el Movimiento Ultraísta Argentino que tiene cierta continuidad con el español. Las revistas Proa, Prisma y Martín Fierro son representativas de este movimiento al que aportaron Leopoldo Marechal, Brandán Caraffa, Eduardo González Lanuza, Oliverio Girondo, Ricardo E. Molinari. El culto de la metáfora distingue en esa etapa a los poetas nombrados. Un manifiesto de Jorge Luis Borges en la revista Proa pretendía instalar los puntos esenciales de una nueva estética, (que ninguno de ellos continuó). Esos puntos eran esencialmente la abolición del sujeto romántico y del confesionalismo, la realización del poema como entidad autónoma, trabajada como objeto artístico, la eliminación de lo explicativo y de las zonas neutras del poema, la utilización selectiva de adjetivos y otros elementos del lenguaje, la concentración en la metáfora, considerada como el elemento esencial de la poesía.
La década de los años 20 señala el efímero despliegue de estas propuestas expresivas, que conviven con las de otros grupos de estética social, romántica, popular, etc. en las ciudades argentinas. Se ha hablado siempre de la contraposición Florida/Boedo en la Ciudad de Buenos Aires (contraposición que enfrentaría a los poetas de vanguardia y los poetas sociales, de lenguaje romántico, en la década de 1920) pero esto deja de lado la emergencia de otros grupos menos estruendosos en las ciudades del interior, y de trayectorias poéticas importantes que no pueden ser incluidas en los grupos porteños. Pongo por caso al poeta mendocino Jorge Enrique Ramponi, que inicia su trayectoria poética a fines de los años 20 con algunos libros vanguardistas, y luego se va apartando de esa escuela para instalar un lenguaje propio ligado al orfismo, al ejercicio del ritmo y la musicalidad del verso, y a una inclinación metafísica. Ejemplos de la Vanguardia Ultraísta son las obras siguientes:
Oliverio Girondo: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (Argenteuil, 1922, Buenos Aires, 1925); Jorge Luis Borges: Fervor de Buenos Aires, 1923, Luna de enfrente; 1925; Leopoldo Marechal: Días como flechas, 1926; Ricardo E. Molinari: El imaginero, 1927.
En suma, yo diría que la vanguardia no asume una total importancia en la Argentina. Los propios poetas de lo que se llamó el Martinfierrismo, encabezados como ya he dicho por Borges en 1922, siguen trayectorias individuales independientes, aunque algunos de ellos conservan marcas vanguardistas, por ejemplo Marechal, poeta y novelista de esa generación. Nadie podría decir en cambio que la poesía de Borges ulterior a aquellos años siga siendo vanguardista. Tampoco podría llamarse vanguardista la obra de Molinari, pese a que sus primeros libros llevan señales estéticas de la época.
En la novela y el cuento asoman signos vanguardistas, que no siempre son de ruptura con la tradición. Así las obras de Macedonio Fernández (La novela de la eterna), el ya nombrado Güiraldes (Don Segundo Sombra), Roberto Arlt (Los siete locos) y Juan Filloy (Op olop).

MIGUEL ESPEJO
MIGUEL ESPEJO | Cuando hablamos de movimientos o tendencias culturales y artísticas resulta prácticamente imposible fijar un punto de partida, una fecha determinada. Las características de las vanguardias en Argentina estuvieron condicionadas por el alto flujo migratorio que existió a comienzos del siglo XX, y de las experiencias que se realizaban en Europa, pero de ningún modo esta característica puede subordinar a este factor un movimiento tan complejo. Para circunscribirnos al ámbito literario se pueden mencionar tres hechos: a) la creación de la revista Proa, en 1922, por Borges, continuación de Prisma y sobre todo de la española Ultra, que conoce una segunda etapa en 1924; b) la creación de la revista Martín Fierro en 1924, por Evar Méndez y Oliverio Girondo, entre otros, que tuvo una irradiación muy superior a Proa, tanto por sus medios, colaboradores como por su tiraje (llegó a vender más de 10.000 ejemplares); c) la creación del primer grupo surrealista, por parte de Aldo Pellegrini, en 1926. En este último año se publica también el Índice de la nueva poesía americana elaborada por Borges, Huidobro y el peruano Alberto Hidalgo, donde sorprende la cantidad de poetas vanguardistas, extremadamente jóvenes, que continuarían luego su producción y que formarían parte de sus respectivas historias literarias. Basta con citar los nombres de Maples Arce y de Neruda. Todas estas experiencias tienen en común el hecho de rebelarse contra la normativa propuesta por el modernismo hispanoamericano, tan alejado del modernismo brasileño que comenzaba a suceder por la misma época de las vanguardias hispanoamericanas.

FLORIANO MARTINS | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?

GRACIELA MATURO | América Latina se ha caracterizado por su receptividad "fagocitante" de Europa. Y al mismo tiempo por una fuerte identidad que muchos olvidan, y que otorga su sello propio a toda corriente incorporada. Creo que la Vanguardia Latinoamericana tiene un sello romántico y humanista, de acuerdo con su propia cultura. Nuestros poetas pocas veces dan por abolido el sujeto, ni confieren al poema un carácter totalmente experimental, desentendido de la historia o de los procesos interiores. De todos modos las vanguardias americanas, incluso el Modernismo brasileño, que es una forma de las vanguardias, tienen rasgos sorprendentes: son negristas, indigenistas, populares, americanistas. No se limitan al juego ni a la experimentación artística, se vuelven sobre la cultura propia, incorporan la magia, los ritos, la cultura popular. Hay también aspectos más urbanos del vanguardismo, menos conectados con el folklore. En este clima irrumpe el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro, cuyo vanguardismo, lanzado desde Santiago y Buenos Aires, termina en mi opinión cuando da a conocer Altazor, en 1831. (He estudiado esta obra como clausura del Creacionismo de Huidobro y como vuelta a la tradición órfica y romántica, hasta podría decirse surrealista, aunque conserve algunas formas del vanguardismo).
Las vanguardias se inician tempranamente en la Argentina, con algunos aspectos del Modernismo –que a primera vista parece tan antitético a ellas. (Ya los últimos románticos incorporaban –tanto en Europa como en América– aspectos experimentales que preanunciaban el Vanguardismo). Leopoldo Lugones produce en 1908 su obra Lunario Sentimental, que podría considerarse iniciadora de un clima vanguardista. El sujeto creador pasa a primer plano como técnico y dueño del lenguaje, llevando a éste a sus últimas posibilidades, con un espíritu lúdico y humorístico.

MIGUEL ESPEJO | Hay una situación ambigua en lo que concierne a los vínculos con los movimientos literarios europeos. Por un lado, se utilizaba el prestigio subyacente que había en todo lo que ocurriera en Europa, especialmente en Argentina, aunque simultáneamente no se renegaba de una tradición propia, como lo refleja el nombre Martín Fierro de la revista recién mencionada. La memorable boutade de Oswald de Andrade, en 1928, en su Manifesto antropófago, de "tupí or not tupí", que sirviera para expresar un reposicionamiento en relación a lo local y lo universal europeo, puede extenderse al caso argentino, aunque prácticamente ningún otro país, desde la ideología propiciada por los gobiernos, negó de manera tan sistemática el componente de las poblaciones autóctonas y sus derivaciones. Pero el peso de escritores como Sarmiento, Lugones o José Hernández era demasiado grande como para eludirlos por completo. Hay un verdadero sincretismo en el acercamiento de estas distintas tendencias estéticas, cuyo resultado más alto es Jorge Luis Borges que, extrañamente, desde 1940, comienza a rechazar no sólo las vanguardias, sino su propia participación en ellas. En uno de los prólogos a ese Índice de 1926, que fue una rebelión contra el supuesto mundo hispano-americano, Borges dice: "El rubenismo fue nuestra añoranza de Europa". No hay demasiado margen de error si consideramos el desarrollo de las vanguardias como un proceso continental, que deseaba dotarse de contenidos propios.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?

GRACIELA MATURO | Hay relaciones de los poetas norteños argentinos, por ejemplo Manuel Castilla, con movimientos de vanguardia en Perú y Bolivia. Sin embargo Castilla es un restaurador del Cancionero Popular, de la copla. En el caso de la poesía cubana es notable su relación de los años '20 y '30 con movimientos estéticos de Chile. Un ejemplo es la obra del mendocino Ricardo Tudela, romántico-vanguardista. Son rasgos que nos obligarían a revisar la mecánica adjudicación de nombres europeos para los fenómenos típicos de nuestra propia tradición cultural, que se caracteriza por el mestizaje, la transculturación, el barroquismo y la mezcla de culturas.

MIGUEL ESPEJO | Si nos atenemos al Índice propuesto por Borges y Huidobro, los vínculos eran superiores a los actuales, a pesar de las dificultades prácticas de comunicación. Pero creo que habría que hablar más de simultaneidad y confluencias que de una tarea común establecida de antemano. Por otra parte, las fuertes personalidades creativas de Neruda y Vallejo, por ejemplo, produjeron un impacto muy superior al que tenían los movimientos literarios de sus respectivos países, al igual que sucedió con la tarea realizada por Rubén Darío en décadas anteriores. De cualquier manera, se observan entre los colaboradores de las distintas revistas hispanoamericanas nombres muy alejados geográficamente, por lo que hay que reconocer que los escritores viajeros, como Alfonso Reyes, cumplieron tareas de enlace extremadamente valiosas en la conformación de un ámbito reconocible.

FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?

GRACIELA MATURO | La vanguardia al modo europeo es pasajera en América. Sin embargo no puede ignorarse que el Vanguardismo contribuyó a poner fin a la solemnidad del discurso romántico latinoamericano, a veces demasiado frondoso y retórico, y a generar modos más ágiles y renovados de expresión. Podría hablarse de un cierto ritmo histórico que alterna tendencias neo-románticas, como la que se atribuye a la Generación del 40, y grupos vanguardistas o neovanguardistas, como el Invencionismo, el grupo Madí y otros que proliferan a partir de los años '50. Hay cierto vanguardismo en la obra de Cortázar, en la poesía de Edgar Bailey. Pero no veo marcas notables de vanguardismo en la poesía actual, en poetas significativos como Leopoldo Castilla, Carlos Penelas, Hugo Mujica, Oscar Portela.
El Surrealismo es más profundo y más acorde con la idiosincrasia mágica y sincretista de los pueblos latinoamericanos, aunque no es un surrealismo avant la lettre, adaptado al de André Breton. En la Argentina Aldo Pellegrini inicia este movimiento con un carácter más filosófico que literario en 1929, a través de la revista Qué. Esa actividad se renueva siempre bajo su dirección, ligada a la poesía, a partir de 1944 y hasta la muerte de Pellegrini. Sin hablar ya de grupos, la perspectiva surrealista se ha difundido. Como decía el propio Breton: Le surréalisme est dans l'air. En mi opinión, el siglo actual está destinado a vivir el Surrealismo, pero no un Surrealismo de escuela ni puramente estético.

MIGUEL ESPEJO | Creo que el principal aporte estuvo dado por la heterogeneidad y por la eliminación concordante de una preceptiva establecida. El estallido de los cánones, común a las otras disciplinas artísticas en todo el mundo occidental, produjo en literatura la construcción de nuevos mundos narrativos que se sacaron de encima el peso del romanticismo, del naturalismo, del positivismo, del indigenismo, de las literaturas "sociales" o socialistas en general, para abordar esa problemática, como en el caso de Rulfo o del gran Guimarães Rosa, desde una perspectiva lingüística completamente diferente. Ya hace cincuenta años que Octavio Paz puso en juego el concepto de "la tradición de la ruptura" para comprender un fenómeno que, al igual que la dialéctica de Hegel, conserva superando, o rompe en medio de una tradición. Lo que estuvo de moda, durante unos pocos años, y que bastó para ejemplificar los rasgos del proceso cultural y literario, fue el pos modernismo, que si bien ocurrió fundamentalmente en el terreno de la filosofía y de las teorías políticas y sociales, fue al mismo tiempo una contradictio in terminii, ya que desde el modernismo filosófico del siglo XVII hasta el pos modernismo de finales del siglo XX, los sistemas conceptuales están preparados para que se produzca en ellos una modificación y corrección. Lo moderno presupone lo nuevo y aún hoy nos encontramos lidiando con ese horizonte. Muchas de las experiencias literarias actuales no tienen prácticamente nada que agregar a esa inmensa explosión de las vanguardias, que ocurrió entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, en medio de una diversidad que no tiene parangón en la historia cultural de Occidente, salvo quizás el Renacimiento. Sin embargo, la cultura y la creación, en un mundo dominado por las finanzas y la técnica, ha ingresado en un cono de sombra.






FLORIANO MARTINS | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?

GRACIELA MATURO | Hay diversos libros sobre las vanguardias en América Latina. Algunos recuperan documentos, pueden ser buscados por Internet. Por mi parte, aunque he estudiado a Huidobro –a mi ver el creador y teórico principal de la Vanguardia americana– me he dedicado más al Surrealismo.

MIGUEL ESPEJO | No estoy autorizado para hablar ampliamente sobre este tema, pero las ediciones facsimilares se han sucedido y existe una creciente digitalización del material que va tornando mucho más accesible la consulta de estos ejemplares.


*****

Graciela Maturo (Argentina, 1928) | Miguel Espejo (Argentina, 1948)

Capítulo I do livro Espelho Inacabado – Imaginário das vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições. Artista convidado: Raúl Soldi (Argentina, 1905-1994).




*****

Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 O RIO DA MEMÓRIA



Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

Visite a nossa loja








Nenhum comentário:

Postar um comentário