quarta-feira, 4 de maio de 2016

CARLOS M. LUIS | Antonin Artaud entre cacas y gritos


Creo que Artaud puede llegar a hacer daño si no tomamos ciertas distancias con respecto a él. Su mundo no es el nuestro: es otro (por eso André Breton se asustó y no lo quiso ver encerrado en el asilo donde todos los días moría un poco: según el autor de Nadja había pasado ‘’al otro lado’’). Esa otredad de su mundo nos devuelve en términos puramente alienados un lenguaje, su lenguaje, que nos puede llegar a mistificar. Y me pregunto, si eso es así, ¿por qué entonces Artaud? ¿por qué no huir de él como antes se huía de los aquejados por la peste? Pero es aquí precisamente donde reside su atractivo, ese atractivo morboso que nos obliga a jugar, como niños, con su caca como antes jugábamos con la nuestra. La caca de Artaud que él mencionara en más de una ocasión, está hecha de residuos, de partes no terminadas de un proceso digestivo que no sólo pasó por sus intestinos sino por su ser entero. Cuando la echa, son fragmentos de su ser, de un ser destartalado, inconcluso, que habita dentro de él gritando para salir:

Il y a dans l´etre
Quelque chose de particuliérment tentant pour l’homme
Et ce quelque chose es justement
                                                    LE CACA

[Pour en finir avec le jugement de Dieu]

Para salir ¿de dónde o hacia dónde? Para salir de un cuerpo que lo encerraba, como a los gnósticos, de ver una cierta luz. Esa luz se le apareció bajo el resplandor de lo que Dionisio el Aeropagita vió como apofásis o luz que surge de las tinieblas. Luz entonces semejante a la nigredo de los alquimistas como caos de la materia prima producto de la descomposición o putefractio. Todo parece indicar, pues, que Artaud fue sometido a un constante proceso de trasmutación que sólo concluyó con su muerte, punto final e inicio de otra. Artaud vivió esa putefractio asumiendo todo su proceso en sucesivas etapas de composición/descomposición. Su experiencia fue, en ese sentido, única y no transferible.
Es siempre un error tratar de incorporar como si fuese un conocimiento experimental lo que Artaud vivió como parte de un proceso que en definitiva lo llevó a romper con toda suerte de comunicación tal y como la entendemos. Su lenguaje final ya no son nuestras palabras sino las suyas y éstas provienen de un grito primordial e irrepetible.
Artaud no estaba interesado en asomarse a un espacio conceptual (¿no hubiese sido más apropiado para él un espacio gnóstico como lo entendió Lezama Lima?) que le explicase en términos causales lo que él no queria, ni podía, comprender. El reverso de su lucidez lo llevó entonces a la locura (¿caos primordial?) la cual le permitió emplear un lenguaje excremencial para entenderse con sus fantasmas. Y por eso dijo refiriéndose a Van Gogh que cualquier cosa podía existir sin tomarse el trabajo de ser. Esa lógica suya, le propició introducir en su lenguaje un translenguaje hecho a base de sonidos, glosolalias, gritos todos en última instancia, que vienen siendo la caca del lenguaje tradicional. Sería un error, por otra parte, tomar esos arranques como materia prima para hacer, digamos, poesía concreta. De la misma manera que una máscara primitiva nada tiene que ver con el arte y todo con la magia, los gritos de Artaud no pueden confundirse con la poesía. Sus gritos son mágicos conjuros para provocar otra suerte de apariciones.
Hace años atrás, en La Habana, cuando visité con un amigo el manicomio de Mazorra, tuve ocasión de escuchar detrás de unas paredes unos gritos que ya no venían de un ser humano, sino de alguien que estaba poseído por una fuerza primitiva, fuerza que nuestro mundo racional interpreta como locura. Nunca he podido olvidar esos gritos y cuando pasando el tiempo, entré en contacto con la obra de Artaud los volví a escuchar aún con más fuerza. La gritología de Artaud constituye todo un sistema de comunicación cuya clave se llevó a la tumba. Creo, por lo tanto, que frente a esos gritos el silencio es apropiado, aunque todos llevemos por dentro gritos que no nos atrevemos a vociferar.
El clímax que siempre está alcanzado la obra de Artaud nos deja sin aliento. ¿Cómo interpretar su visión de un ‘’cuerpo sin órganos’’? ¿Fue cruel Artaud con su cuerpo? ¿O sucedió al revés? Los dolores que sufriera en la última etapa de su vida, dolores anales no lo olvidemos, ¿quien se los infligió? ¿Él a su cuerpo o su cuerpo a él? Lo cierto fue que Artaud, al final de su vida, viendo ya otras cosas, objeto además de homenajes y pidíendole a su amigo el extraño poeta Jacques Prevel el laúdano para amortiguar sus dolores, se metió dentro de su cuerpo y su cuerpo dentro de él para formar un todo, una mezcla de horror que fue reflejándose en su rostro. Ese rostro crispado suyo que vemos en fotos o en sus autoretratos nos recuerdan el de Dorian Gray, sólo que en su caso no refleja la maldad del héroe de Oscar Wilde sino la locura que se había apoderado de él.
El rostro de Artaud lo dice todo como también su voz. El sonido cavernoso de la voz de Artaud recitando uno de sus últimos textos Pour en Finir Avec le Jugement de Dieu es un lenguaje en sí mismo. Y era que para enfrentarse con ese ser que siempre lo persiguió tenía que inventar todo un habla que pudiese, tonalmente, reflejar su lucha constante con Dios. Con esa lucha Artaud creó sus ritos, léase mejor su teatro, su teatro de la crueldad, ritos que nos remontan a otras épocas, épocas que hubieran podido haber hablado así, como lo hizo Artaud:

 O reche modo
 To edire
 Di za
 Tau dari
 Do padera coco

Aquí el lenguaje se pone sus máscaras y comienza a elaborar toda una ceremonia explo- ratoria. ¿De qué? Si lo supiéramos la llave para entrar en el interior de Artaud estaría a nuestra disposición. Pero felizmente no lo sabemos. De tener la llave en nuestras manos hubiésemos convertido a Artaud en un problema cuando en realidad es un misterio, para seguir la definición que sobre esos dos términos nos diera Gabriel Marcel.
A pesar de todas las predicciones, la obra de Artaud se mantiene aún inviolada como la locura. No importa lo que digamos sobre su obra: entre el sueño y la locura los signos se intercambian y se nos escapan como virus transformables en otros virus. Asi el lenguaje de Artaud. La magia lo acompañó mientras habitaba en esos asilos:
Los asilos de alienados son receptáculos de magia negra concientes y premeditados
Artaud practicó la magia durante toda su vida, conciente o inconcientemente. Jugó con las materias más elementales para suplicar la salida por los agujeros:

Cual es, y de qué esos agujeros?
De alma, de espíritu, de mí y de ser;
Pero en el lugar donde uno se caga
Padre, madre y tambien Artaud

Eso lo dijo Artaud, el Momo, una de sus tantas reencarnaciones o representaciones (ya que él pensaba en los escenarios) de su ser. Pero cuando se dicen esas anomalías aparece entonces la policía del espíritu: profesores, loqueros, curas, y tantos otros que le quieren cerrar el camino a quien se caga olímpicamente en todos para espetarle a los bien pensantes gritos como éstos:

menendí anenbí
 embendá
 tarch inemptle
 o narchti rombí…

¿A quien el Momo le dice todo esto? Quizás al único que pudiera entender su lenguaje… si existiera: a Dios.

Existe ese agujero sin marco
Que la vida quiso enmarcar
 Porque no es un agujero
                           Sino una nariz
Que siempre supo olfatear demasiado bien
 El viento de la apocalíptica 
                         Cabeza
 Que chupan sobre su culo apretado,
 Y porque el culo de Artaud es bueno
 Para los rufianes en Miserere.
 Y tú también tienes la encía,
 La encía derecha enterrada,
                        Dios,
 También tu encía está helada
 Desde hace infinidad de años
 En que me enviaste tu culo innato
                Para ver si yo iba a nacer
                      Al fin
 Desde el tiempo en que me esperabas
                Raspando
                Mi vientre ausente.

Veamos entonces. Artaud no tiene salida. O, ¿tiene salida?
La caca, desde luego, es una salida. El grito también lo es.
Artaud caga y grita e hizo lo que los otros no se atrevieron:
Se volvió loco y además lo llevó todo al teatro o como paradójicamente dijo Derrida refiriéndose a su teatro de la crueldad: Al cierre de la representación.
Pero como nos recuerda también Derrida es que Artaud nos dice que el teatro no ha nacido aún. ¿Qué es el teatro? El teatro resulta entonces nacimiento, salida, (sólo podemos nacer si salimos de un encierro) y la muerte también: otra salida. La cagada: salida de nuestro interior de esa materia que termina en muchos casos fecundando. Volvamos al principio: materia prima con la cual el niño juega, ese acto primordial que nos marca desde los comienzos. Nacer, cagar y jugar son los tres grandes momentos teatrales y en los tres el grito y los sonidos aparecen: ambos intraducibles a un idioma normal como el nuestro.
De ahí que los valores salgan trastocados. Hacer el amor, por otra parte, está relacionado con esa representación. Pero además con la idea de la muerte (Bataille). Ahí también, en el coito, el entra y sale, el grito y otros sonidos guturales nos recuerdan que hay gestos que se liberan de toda mímesis. Toda racionalización aborta la libertad que permite esa actuación. El logos interrumpe el acto donde damos rienda suelta a las otras palabras que carecen de discurso racional.
Artaud consigue mediante su locura trascender ese orden de cosas. Solamente habitando esos lugares (¿el “infinito turbulento’’ de Michaux?) pudo hacernos entender (no entendiendo) que la zona límite que separa la normalidad de la anormalidad es una tierra de nadie, un sitio donde si entramos tenemos que despojarnos (¿cagar?) de nuestro espíritu.
Dos opciones se nos ofrecen, de acuerdo con Artaud después que quiso acabar con el juicio de Dios en su célebre transmisión radial:

Celle de l’infini dehors
Celle de l’infime dedans

Artaud escoge lo segundo, como era natural, entrando de lleno en el mundo de la locura.
El loco, por su parte, es un consumado actor aunque no lo sepa. Las cosas le penetran por su mirada representando otra realidad y ante ésta el loco actúa de acuerdo. Artaud no pudo hacer otra cosa pues la locura le permitió tomarse toda suerte de libertades contra lo que sostenía eso que se ha llamado el canon occidental.
El Surrealismo que se quejaba de la poca realidad no llegó a tanto, a pesar de todos sus arrebatos a favor del arte de los enajenados o a personajes como el Marqués de Sade. No podían hacerlo porque, en el fondo, todavía le rendían pleitesía a esa diosa que ocupó el trono vacante de Dios después del siglo XVIII. Artaud, por lo tanto, realizó el acto surrealista supremo. Loco, pudo decir las cosas que la cordura surrealista le hubiese impedido decir. En eso siguió lo que el enajenado de la Gaya Ciencia profetizó: Crear nuevas ceremonias.
Las mejores palabras de Artaud no se entienden y en eso se aparta radicalmente del Surrealismo. Son estertores que surgen de un ser humano cuya (de)gradación era el paso necesario para comunicarse. Toda esa gritería suya, si la entresacamos de los textos donde aparecen, forman una gran fiesta de sonidos. Juegos quizás de su espíritu que en el fondo, veía la representación como algo lúdico. La palabra entonces no tenía por qué ser entendida. Escapándose de su encierro mental, Artaud da rienda suelta a un lenguaje-ritual donde los sonidos danzan. Todo parece indicar que las ceremonias que Nietszche viera como necesarias para un dios postmortem se dan en ese lenguaje que inicia otro tipo de comunicación cuando el Logos que se hizo carne terminó asesinado.
Muecas y rictus. Rostros garabateados. Trazos que recorren el papel con furia. Artaud fue viendo a los otros y viéndose a sí mismo en un espejo deformado. No podía ser de otra forma. Quien se atrevió a romper la estructura de la palabra tenía que arremeter contra la figura humana con la misma violencia.
Acabo de visitar, en Viena, una gran restropectiva de sus dibujos: todos contrahechos y erizados como espinas. La relación Artaud/Cuerpo fue siempre asi: una incesante agresión hacia su identidad. Había entonces que deformarla pero haciéndolo de una forma que el rostro no perdiese cierta semejanza. ¿Por qué? Porque entonces hubiésemos perdido lo que Artaud nos quiso decir. Si la palabra tuvo que ser sustituída por el grito primordial, el rostro tuvo que mantener su similitud con el original de manera de subrayar su descomposición.
Otros pintores se han enfrentado con el rostro tratándolo de desfigurar hasta el paroxismo: Bacon, Soutine, Schiele entre otros monstruosean sus respetivos rostros, pero desde una perspectiva puramente pictórica. Artaud, que no fue pintor, se mete dentro de sus rostros, interpretándolos con su mirada de alucinado. No los copia: los reanima como un mago.
Magia y locura, al fin y al cabo, no están separadas entre sí.
Cuando uno se enfrenta a textos como los publicados bajo el título de ‘’Supppots et Supplications’’ y alli nos encontramos esas ‘’imágenes larvarias’’ (que él ya había mencionado en su Pese-Nerfs’) podemos preguntarnos ¿Y esto es poesía?
No, no lo es. No puede serlo. Meter a Artaud dentro esas definiciones sería perderlo de vista cambiando la composición química de su mensaje, si es que de mensaje se trata. (Pienso en mensaje como una voz que nos llega desde afuera y que nos perturba.)
Toda la obra de Artaud parece estar concebida desde otra dimensión y sus palabras se encuentran “a mi chemin de l’’intelligence’’ (Le Pese-Nerfs). Por eso prefiero ver la obra de Artaud como un gran proceso digestivo que termina siempre en materia fecal.
Únicamente en la fijeza de una mirada que no se aparta de esa realidad es como Artaud nos hipnotiza.
Las torceduras de su rostro (o de sus rostros ya que tuvo más de uno) que corresponden a sus mutilaciones del lenguaje, posee para nosotros un atractivo rayano en lo morboso. Sabemos que estamos frente a un loco pero queremos cruzar el puente para llegar a él. Y lo que es peor: algunos tratan de imitarlo.
Lo que Artaud pidió para el teatro el mundo no está aún en condiciones de concederlo.
Su Teatro de la Crueldad continua inédito a pesar de aproximaciones (algunas geniales) al mismo. Pensemos en un Beckett y cómo sus personajes sugieren otra escala espiritual que termina ¿en alguna parte? sin llegar a nada. Pero Beckett hombre distante si los hubo, intentó resolver el asunto mediante el idioma, mientras que Artaud quiso hacer un teatro de paroxismos que lo involucrara todo: cuerpo y alma. Y es porque para habitar esos límites todos tenemos que convertirnos en un Artaud y ser capaces de vivir entre gritos y cagadas una vida donde, para decirlo con sus propias palabras:

Je sors de moi de l’inexistence
Je rigole
Je la demarque,
Je crache dessus pour la faire chioter,
C’est le theatre de la cruauté
Jal ja shaya rakal
A kal
A ka ka ralo

[Suppots et Supplications]



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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado: Salvador Dalí
Agradecimentos a Hernán Alejandro Isnardi
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO
3 O RIO DA MEMÓRIA

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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