segunda-feira, 4 de janeiro de 2016

LAURINE ROUSSELET | César Moro: corporeidad voluptuosa y plural


César Moro (1903-1956, Lima) no teme plegarse en sus vigilias a la peligrosa dualidad de su deseo fabril: construir una vida de extremos en metamorfosis. Aboliendo cualquier denominación, este pintor, poeta, escritor peruano en lengua francesa, hace entrega de lo increado, porque solo al observar el desarraigo de la realidad da uno rienda suelta a la difícil economía de la contradicción permanente.
Y sin embargo, poco gana con ira a parar acá o allá: la cordura es el privilegio de una pasión que hará únicos sus vagabunteos por las geografías múltiples, físicas o mentales, de la inventiva.
Del otro lado del Atlántico, mientras Alfredo Quíspez Asín, su auténtico nombre, excediendo sus propias fuerzas, acaba de esfumarse en una habitación propia, su heterónimo, César Moro, es recibido en Bruselas un día de septiembre de 1925 y expone en el "Cabinet Maldoror" (muestra colectiva de arte americano) y en París, para el trabajo organizado por la asociación París-América Latina. Allí mostrará y hará suyas las fórmulas de aquellos tiempos que albergaba el surrealismo de André Breton. Moro tiene entonces veintidós años. Hablaría de esa época como de un grito fascinado, de un "set", donde el compromiso de varias afinidades extralúcidas era radical.
Se publica entonces Renommée de l’amour en los números 5-6 de la revista Le Surréalisme au service de la Révolution, en lengua francesa, hacia la cual se orientan los primeros pasos de su destino de poeta. Señalemos su colaboración en el célebre texto Violette Nozières, [1] para las ediciones Nicolas Flamel de Bruselas, en 1933 —entre otros artistas de renombre figuran Benjamin Péret, René Char, Paul Eluard, André Breton, Salvador Dali, Yves Tanguy, Alberto Giacometti…—. Pero mejor prestar oído a su poema, reflejo del fenómeno literario de la escritura automática, que le permite a Moro tocar el color de los juegos del lenguaje, del imaginario, complaciéndose en el blanco por único signo.

Le lait d’éther violet trahit
le sinistre liquide de toilette des noces
où l’inceste mène à la bière
qui nie les insectes dévorants
les sérieux horizons
la notion des rizières

El éter de lácteo violeta traiciona
al siniestro afeite de los esponsales
donde el incesto conduce a la cerveza
que niega los insectos devorantes
los serios horizontes
la noción de arrozales.

En junio de 1933, le debemos una nota al pie del pasquín La mobilisation contre la guerre n’est pas la Paix,  otro testimonio de su compromiso político. Y además de todo ello, César Moro, pese a la expresión artística en boga, no disimula sus latidos leyendo Monsieur Godeau intime de Marcel Jouhandeau ni À la recherche du temps perdu de Marcel Proust.
Desde su vuelta a Lima en 1934, expone dibujos, collages, se topa con el joven poeta Emilio Adolfo Westphalen, también atraído hacia el Surrealismo absoluto. Y el titular de Picabia en la revista Que (dirigida por Aldo Pellegrini, Buenos Aires, 1928): "L’art est un produit pharmaceutique pour imbéciles.", respuesta a la explosión surrealista del (sobre todo en Argentina y Chile)…. La célebre disputa con Vicente Huidobro (acusado de plagiar a Reverdy, y paroda de Buñuel) figura igualmente en el apéndice del catálogo.
No cabe más que congratularse del hallazgo de Moro: "El arte empieza donde termina la tranquilidad. En pro del arte duermevela, contra el arte de adormidera". [2] Junto a Westphalen, Moro moviliza su salud fogosa colaborando en un boletín clandestino en favor de la República española, y da vida, en vísperas del conflicto mundial a El Hijo Pródigo, que conoció un solo número.
Exiliado en México en 1938, traducirá a los poetas surrealistas franceses en Letras de México y Poesía. Por aquel entonces, Breton realizaba una estadía en el país. Aunque no será hasta enero de 1940 cuando emprenderá con Wolgang Paalen la exposición Internacional del Surrealismo de México en la Galeria de Arte Mexicano. Breton, mobilizado por el ejército francés seguirá con ellos la Exposición desde París.
César Moro escribe el prefacio del catálogo (publicado en español y en francés). Un centenar de obras realizadas por cincuenta y un artistas de quince países, repartidos en dos secciones, una internacional, Picasso, Klee, Margritte, Miró ; la otra mexicana, Diego Rivera, Rodríguez Lozano, Carlos Mérida... Se echa en falta la presencia de Tamayo y de Orozco, amén del gran talento de María Izquierdo. La exposición levantó, por cierto, abundantes ampollas…

A partir de ahí, surgen varios desencuentros con Breton, que conducirán a Moro a decantarse por amistades más puras (Wolfgang et Alice Paalen, Remedios Varo, Leonora Carrington…), ajenas a la suficiencia y a las confrontaciones suscitadas por toda organización artística politizada y convertida en un pugilato.
México, "esa antigua tierra roja", según decía Antonin Artaud, tierra de elección tan entrañable para Benjamin Péret, receptáculo del surrealismo, supera sin dificultad las disputas intelectuales merced a sus amistades auténticas. La revista Dyn, dirigida por Paalen, fulge por simple amor al arte. En su número 4, se expresa Moro, apartándose aún más de André Breton, artífice a su vez de la revista  VVV en Nueva York…. Las palabras de Moro tras la publicación de Arcane 17 de Breton no hacen sino acentuar la distancia.
Estalla entonces la guerra, marcando una ruptura decisiva. Y César queda escandalizado por las afinidades que engendra la contienda. Recordemos aquel primer incidente de Moro con Breton, cuando Diego Rivera se ve asociado al manifiesto Pour un art révolutionnaire indépendant, redactado por el propio Breton y Trotsky. El mismo que había instigado la terrible represión de Cronstadt, el cobarde asesinato de los Makhnovistas… A fines de los años cuarenta, cantará Moro: "Hors d’elle [la poésie] – fil d’Ariane –, le désespoir, le fracas stérile des civilisations, la cécité qui immobile en plein labyrinthe". [3]
Unos cuantos poemas, registrados entre 1925 y 1955, plasman su sed, su singularidad, en una osadía milagrosa empeñada en cumplir la prueba de su propia ruina. A André Coyné, amigo y albacea, le debemos la suerte de poder internarnos en el verso y la prosa de Moro. En español, La Tortuga Ecuestre, su obra más célebre, (Lima, 1957) y Los Anteojos de azufre (Lima, 1958). Los laureles que le reportó su fecundidad literaria quedan borrados por un empeño sin reservas en no aspirar a nada. Sólo publicó en vida tres poemarios: Le Château de grisou (ediciones Tigrondine, México,1943), las plaquettes Lettre d’Amour, con una tirada de cincuenta ejemplares (México,1944) y Trafalgar Square (Lima, 1954). A título póstumo, siempre en lengua francesa, en una conciencia sostenida por su opción de desnudez, se publicarán Couleur de bas rêves tête de nègre (1983), Ces poèmes (1987). Subrayemos su ferviente admiración por el viejo poeta peruano José María Eguren, tan poco dado al debate público: harán falta varios decenios para que se vislumbre la altura de su poesía en el horizonte simbolista americano.
En su ansia de voluptuosidad, César Moro nunca abandonó el sentido del humor, a lo largo de sus sucesivos exilios (París de 1925 à 1933, México de 1938 à 1948). Su aventura es prueba de independencia, de apetito de humildad, de discreta fragilidad, de insurrección amorosa (su pasión por un tal Antonio le inspiraría La Tortuga Ecuestre), de la amistad —templos donde el desvío es sagrado—. Los nombres de Xavier Villaurrutia, Agustín Lazo, Wolfgang Paalen, Remedios Varo, Eva Sulzer, Jacqueline y Gordon Onslow… no son ajenos a su plenitud. Antes de su muerte, en 1956, serán escasísimas sus intervenciones públicas, entre las que destaca el homenaje en 1949 a Pierre Reverdy, considerado por el peruano como "el mayor poeta vivo".               
César Moro vive cuerpo a cuerpo con su verdad —precipicio donde desemboca el deseo—, y va escalando por su vitalismo con los excesos de una magia cortesana. Su homosexualidad no fue ni oculta ni reivindicada, y André Breton, aunque nunca "corrigió su ejercicio", al menos sí se vio obligado a releerlo…Un ímpetu que cobraba belleza en sus frecuentes varapalos a la moral, la moral del Continente invadida por el oportunismo de algunos (como Diego Rivera) o por la grandeur del arte indigenista. Moro sólo se adscribe al vértigo del presente, donde la libertad es la obsesión absoluta de lo temporal.
De aquel libro, hace tiempo agotado, Amour à mort (Editions le Cheval marin, París,1957), paladeado en una librería francesa de viejo, tuve el privilegio de escuchar una fuga verbal donde se agitan las palabras como suertes inquietas en la grandeza de una poesía de "aquel que venía de fuera"…

Vie de l’air [4]

On aurait dit tout
Aimer c’est le silence les yeux ouverts
Avant ce désir de paix
De beaucoup le plus haut pic
De la jeunesse ardente

Les gémaux [sic] porteurs de lumière
Mi-rieurs mi-valides
En leur vulnérabilité semblable
Aux sexes  en diamant

Fortuné
Venu à plus dans l’infortune
L’année la forteresse
Unie aux tortures dorées du jour

Volé le véhicule
Aurige-dieu
Passant qui rêves loin

Dans le silence immergé
Toujours pour de distantes destinées
Que l’œil s’unisse à toi
Voyeur du ciel
Voyou plombé haute dignité
Des mains ouvertes à meilleures
Dispositions


Vida del aire

Todo quedaría dicho
amar es el silencio con los ojos abiertos
previo al deseo de paz

la más abismal cima
de ardientes mocedades

Los geminales portadores de luz
a medias rientes, a medias sanos
similares en lo quebradizo
a sexos de diamante.

Dichoso
venido a más en la desdicha
el año el fortín
unido a los dorados flagelos del día

Robado
el vehículo
Auriga-Dios
caminante que sueñas con lo lejos

En el silencio inmerso
siempre por distantes destinos
que el ojo se una a ti
veedor del cielo
rufián plomizo alta dignidad
unas manos abiertas hacia mejores
ánimos.



NOTAS
1. El caso Nozières ocupó los titulares de la prensa francesa en agosto de 1933. La joven Violette Nozières fue acusada de parricidio. Los surrealistas tomaron su defensa, al igual que habían hecho con otras supuestas criminales, "convertidas en emblemas de una injusticia infligida a las mujeres  durante siglos", según afirma José Pierre en el prefacio de 1991.
2. "L’art commence où finit la tranquillité. En faveur de l’art trouble-sommeil contre l’art-pavot  somnifère". En francés en el original.
3. "Fuera de ella [la poesía] —hilo de Ariana—, el estéril estruendo de las civilizaciones, la ceguera inmóvil en pleno laberinto".
4. Publicado por primera vez en una selección homónima del propio Moro entre septiembre de 1949 y abril de 1950.


Traducción Fátima Rodríguez (texto y poemas)







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