quinta-feira, 15 de outubro de 2015

SUSANA WALD | Misterio y dolor que cerca a las mujeres


1. Educar las mujeres

Soy incorregible. Soy optimista. Me empecino en tener esperanza. Las cifras que veo y oigo, las que dan cuenta de los problemas que afectan el medio ambiente son para cortarse las venas. Sin embargo, ¿qué más veo? Veo que hay información, hay conocimiento que en tiempos de mi madre no se soñaban. Yo misma tuve que educarme ya bastante adulta para poder intentar entender lo que pasa. Mi hija ya vivió con la educación constantemente a su alcance. Y ahora mi nieta resulta que está en una generación que parte para la universidad para estudiar ciencias del medio ambiente y para ella ya es normal ver, como yo he visto hoy, un programa en el canal de televisión de la mayor universidad de México en que opinan y proponen soluciones tres mujeres ante dos entrevistadores, una mujer y un hombre. Cuatro a uno. Es un espectáculo bastante especial en un país en que las fotos en los diarios, las entrevistas en radio y televisión incluyen imágenes y opiniones principalmente de varones.
Parece que quienes se interesan en el medio ambiente al punto de que dedican su vida a este tema son muy frecuentemente mujeres. Parece que hay un cambio, parece que hay una nueva esperanza para nuestro planeta. Esto me parece, es, normal. Las mujeres están siempre envueltas en procesos naturales, a cargo de sus hijos, luego nietos, a cargo de la alimentación de sus familias, empecinadas en crear jardines, rodearse de flores, llenar todo de macetas. Dicen que son las mujeres las que han descubierto que las semillas se pueden cultivar, que son las que pusieron las bases a la agricultura. Los varones estaban mientras tanto muy ocupados en la cacería, igualmente necesaria.
Es cierto que la tarea de la vida es hoy de ambos y la tarea de salvar la vida es de todos por igual. Varones y mujeres por igual. Pero es cierto también que cuando fueron los varones los que hicieron la mayoría de las decisiones, como ha sido el caso durante más de cuatro milenios, primaba la idea del dominio, del poder sobre lo natural, y no la del apoyo y el respeto.
Hoy vemos que la naturaleza a nuestro alrededor se puede desmoronar arrastrándonos consigo, la vida en nuestro planeta puede morir, causando también nuestra muerte. Hoy sabemos que somos también culpables de producir los gases que matan, las basuras que matan, la contaminación que mata.
La solución para que podamos salir del problema es informarnos. Es imprescindible que nos informemos, que tengamos más conocimientos para que actuemos sabiamente. Es imprescindible la educación. En la educación está la solución.
Las hormigas cuando sienten que va a llover llevan sus huevos bajo tierra para resguardarlos. Las hojas de los árboles cuando llueve se comportan de modo especial ya sea conduciendo el agua a sus raíces, si esa es su necesidad, o dejándolo correr para librarse de ella, si les es dañina. La naturaleza tiene mecanismos de anticipación y de defensa.
Los seres humanos ya no actuamos tan rápida ni tan automáticamente, nuestros mecanismos son culturales. Pero la cultura, como todo lo vivo está siempre en cambio, no es estática, no es rígida. La rigidez es muerte. La información, sumada a los elementos culturales que manejamos cada uno de los grupos humanos puede generar los modelos que serán los que nos permitan solucionar el grave problema en que vivimos. La información incorporada a nuestro amor a la vida, a nuestro modo cercano a la naturaleza bien puede generar esos modelos.
En el mundo cambiante se ven cada vez más mujeres opinando, trabajando, cambiando la cultura. Las mujeres tienen cada vez más conciencia de su rol importante en promover y lograr el cambio que necesitamos. Por eso educar a las mujeres es fundamental. Bien puede ser que la opinión da las mujeres educadas, aunada a sus experiencias milenarias de protección de la vida, sea fundamental para salvar la humanidad y nuestro planeta.
Educar a las mujeres puede llevar a producir el cambio que buscamos, que necesitamos con urgencia absoluta. Ejemplo de ello son las científicas que he visto en la televisión, dando un paso con sus ideas hacia ese cambio. El cambio está aquí, las que hacen el cambio ya están trabajando y logran hacernos llegar sus ideas.
Soy optimista. Mi nieta tiene futuro.

2. La mujer y el lenguaje

Considero muy importante, incluso esencial la contribución que el precursor de la psicología profunda C.G. Jung hace a nuestra cultura. Fue un gran pensador y sin embargo estuvo, como lo estamos todos, influido por las ideas de la época en que le tocó vivir. Escribió un libro llamado Man and His Symbols / El hombre y sus símbolos. Siendo autor muy prolijo, seguramente escogió con esmero el título de su libro y, escritor de su época, consideraba, seguramente, que al decir “hombre” hablaba de la humanidad.
El uso de las palabras está en un tiempo de ajuste. Una mujer que lee “hombre”, sabe que eso no es ella. Una mujer que lee en inglés, en el título del libro de Jung, “his”, el pronombre posesivo netamente masculino, debe quedar además con la sospecha, aunque no sea más que subliminal, de que los símbolos de los que hablará el libro no son los de ella, o que quizás puedan no todos ser de ella, o que tal vez sean símbolos que entienden, manejan y absorben como suyos los varones, los mismos que los han usado en el lenguaje escrito principalmente por ellos. (Es curioso notar que hay dos nombres para designar uno de los sexos: “hombre”, “varón”, pero uno sólo para el otro: “mujer”.)
 La mujer sabe que no es hombre, sabe que ella es mujer. En el caso de las escritoras creo que depende mucho del temperamento de la mujer que escribe cómo esto puede o no afectarle.
Aquí no se trata de culpas. Simplemente llega un momento en que hay que refrescar los conceptos y el lenguaje, porque los elementos que hay en él y que son caducos no funcionan para una gran parte de la humanidad, la parte femenina, y quizás no funcionen del todo incluso para los varones cuyas vidas se van desarrollando junto a mujeres que piensan, hablan, leen y escriben.
Las mujeres, me parece, han pensado siempre, igual que los varones, pero durante un larguísimo periodo de siglos no han hablado y ciertamente no han escrito. La gran mayoría de las mujeres no habla aún ahora. Las cosas que muchas mujeres dicen entre mujeres, o que saben que pueden tomar por sentado como ideas compartidas con otras mujeres, en la mayoría de los casos no se mencionan cuando hay presencia de varones, mucho menos cuando esa presencia es mayoritaria, como aún sucede con frecuencia entre los que piensan y además hablan y escriben.
En libros patriarcales en su esencia, como la Biblia, las mujeres no hablan. No sabemos lo que opinan. No tienen voz. No hay profetas mujeres, no hay sacerdotisas mujeres, no hay místicas mujeres en la Biblia. Los relatos sobre mujeres, como el libro de Ruth, están escritos por varones. Hay en el Antiguo y Nuevo Testamentos innumerables reglas y prohibiciones que regulan la conducta de las mujeres, todas escritas por varones. No hay en la Biblia reglas ni prohibiciones que regimenten la vida de los varones y que estén escritas por mujeres. Esto es interesante mencionar porque la Biblia incide en forma profunda en el pensamiento de Occidente.
En nuestros días muchos elementos de los pensamientos, y del lenguaje que los expresa y que nos han guiado durante milenios, están cuestionados. Y en cuanto se los cuestiona la estructura misma que los mantiene en su lugar se tambalea.
Las cosas de peso de las que hablan las mujeres entre sí y que no comunican a los varones durante siglos son esas inquietudes como la que representa el no reconocer en el lenguaje mismo su presencia, su existencia, su verdad. El desmoronamiento que esto produce en la psique femenina es durante largo tiempo inconsciente y ahora que surge a la consciencia tiene un efecto muy corrosivo.
Anteriormente creo que los varones habían percibido, probablemente en el mismo nivel inconsciente en que se manifestaba en las mujeres, estos desajustes en la interacción de ideas y actitudes y es, me parece, precisamente por eso que han ejercido su poder y han inventado las leyes e imposiciones que gobernaban la vida de la mujer a su lado.
Y entonces, ¿qué va a suceder ahora? ¿Se va a desplomar el mundo? Ciertamente no. El mundo entero no. Pero sí va a cambiar. Y saber adónde va este cambio es por cierto imposible, porque va a demorar un tiempo probablemente largo. Llegar a los conceptos y elementos del lenguaje que ahora manejamos ha tomado tiempo. Y aunque el desarrollo de los cambios es a veces pausado y a veces, cuando aparecen escritores geniales, es más acelerado, de todos modos el cambio que viene es bastante complejo y demorará.
Y eso, en el caso, como lo pienso en forma optimista, en que la situación de las mujeres pueda seguir evolucionando, en el caso en que se mantenga la posibilidad de que más mujeres se puedan educar, puedan pensar, aprendan a escribir, escriban y de ese modo participen en la cultura.
Y es de temer, porque es perfectamente posible, que se produzca una situación represiva en que los varones intenten nuevamente tomar en sus manos las riendas del dominio de las mujeres. Se nos dan ejemplos de ello incluso hoy en día, en varias culturas. Pero pienso, porque, como dije, soy optimista, que ya existe la semilla del nuevo pensamiento y del nuevo lenguaje y aunque se demore, aunque se intente secarla, aunque se la reprima, eventualmente dará sus frutos y se hará parte de un nuevo entorno cultural.

3. El poder y la impotencia

El componente esencial de la política debe ser la búsqueda de consenso para que un grupo humano logre vivir en armonía. Sin embargo este fin está frecuentemente olvidado y archivado, circunstancia en que se percibe la búsqueda del poder como fin de la política.
La mención por parte de los políticos de la necesidad de la justicia social, o del bienestar de uno u otro grupo humano es sólo anzuelo, espejismo mental con que atraen el apoyo de los que votan. Para muchos políticos los esfuerzos de impulsar la justicia o el bienestar son secundarios a la política misma, y cuando de hecho aparecen como tales sirven en primer término como fines políticos, como modos de afianzar el poder y sólo tangencialmente aparecen en su propia esencia.
El poder (que veo principalmente en manos de varones) a su vez me parece una proyección de la virilidad y el mantenerse en el poder resulta por eso una necesidad, un trabajo, con el que se afirma la virilidad misma, la potencia. Pocas son las mujeres en quienes se da una virilidad psicológica de suficiente rango como para impulsarlas a buscar el poder. Es la razón, según mi ver, de que en la política participan menos mujeres que varones. Las mujeres tienen tendencia a cohesionar unas con otras (incluso experimentan placer en ello), no tienden a ser competitivas. Tienden a ayudar unas a otras, no a eliminar a sus semejantes otras.
Hay cierta actividad política que es pura y simple búsqueda del poder que manifiesta sólo un anhelo, el de ser quien manda, quien domina a los otros componentes de la sociedad, tanto varones como mujeres. Quienes sirven los intereses de este tipo de políticos se comportan como cómplices porque tienen menos seguridad en sí mismos, remedan la potencia del poderoso, fomentan la potencia del que ya obtuvo el poder y así acceden a compartir el dominio de otros. Muchos son los que así sirven en la política, y hacen que los sistemas políticos prosperen. Sería imposible que hubiera dictaduras si no fuera este el caso.

Las personas que tienen una mínima seguridad en sí mismas ponen en peligro a los  políticos y son perseguidos sin ningún miramiento por ellos, por la causa misma de no  poder ser dominados ni ser lacayos o cómplices obedientes. Artistas, de todas las facetas de las artes, han experimentado ser perseguidos por los políticos cuyas órdenes no acatan, precisamente porque son capaces de concebir su autonomía y no ceden al sometimiento que los políticos necesitan para mantenerse en el poder (lamentables excepciones, como sabemos, son los artistas que están dispuestos al sometimiento político, a cambio de sacar adelante su propia obra). Los artistas insumisos prefieren vivir en la miseria, callarse, emigrar, quedar en el anonimato —cosas todas que son contrarias a su deseo y conveniencia—, con tal de mantener su autonomía y su respeto a sí mismos.
Me parece que la impotencia sexual, o el temor a ella, consciente o no, tiene que ver, en el caso de algunos, con la búsqueda del poder, y por ello el interés desenfrenado en la política. Aquí no se trata de simple somatización inversa de una condición física. El fenómeno es frecuente en sistemas sociales y políticos en que la autoridad es vertical, donde desde el nivel de familia hasta las instituciones estatales se vive con una sensación de impotencia. También se da cuando las instituciones de una sociedad no funcionan, cuando predomina la corrupción, la ignorancia y la simple y plana estupidez. Quien trata de hacer a1go en estas condiciones se encuentra con muros impenetrables y con la sensación de no poder lograr lo necesario, lo deseado, o incluso, lo imprescindible. Esta impotencia creo que lleva a que se viva con la sensación de que tener poder es lo más importante, que es algo sin lo que no se puede vivir, salir adelante, subsistir. 

He visto y sigo viendo mucha violencia en países que me ha tocado visitar o países en que he vivido, pero nunca he experimentado una carrera tan desaforada por el poder, un politiquerío tan extenso, al mismo tiempo que modos serviles tan encarnados como los que observo en años recientes en Oaxaca. Porque lo servil es antítesis y complemento del poder. Algunos de entre los que sustentan el poder, sean padres, hermanos mayores, presidentes de ayuntamientos o de la república, no toleran la oposición, y jamás cultivan en sus hijos o súbditos la habilidad para cuestionar, examinar, discutir ni diferir sobre ideas o discursos. Lo que es más, la oposición ni siquiera es tolerada. Como resultado se tiene la sensación de que no se puede dar que se sienten a conversar en forma pacífica las personas que no están de acuerdo sobre algún asunto. Ni los políticos, ni los vecinos de barrio, parecen lograr hablar con los que se oponen a sus ideas. Y con demasiada frecuencia se prefiere solucionar los problemas a balazos: los muertos no difieren. En la política totalitaria la muestra última de quién manda, quién tiene el poder, es matar al que está molestando, eliminarlo, hacerlo a un lado. Pensamiento espermático, al fin, llevado a sus últimas consecuencias.

4. El orden y la represión

En todas las sociedades que me ha tocado conocer hay segmentos que aprecian el orden por encima de todo otro modo de vida. Los que prefieren el orden tienen generalmente mucho que proteger: bienes, herencias, cosas en su mayoría materiales. Cuando se da una situación de inconformidad y de rebelión social, como la que ha vivido durante más de seis meses de 2006 la zona del estado de Oaxaca, se produce desorden y esto resulta muy incómodo y hasta temible para los que defienden à outrance la vida ordenada.
Los que se manifiestan en rebeldía son ciudadanos que pocas ventajas materiales tienen, por lo que sienten que poco tienen que perder con el desorden y esto los vuelve muy osados. Los rebeldes además están ejerciendo la libertad que ellos suponen que está protegida por leyes que rigen el país.
Los que buscan más que nada el orden se preocupan muy poco de la libertad de los rebeldes. Además, ambos grupos quieren sobre todo la libertad propia y en las áreas en que se entrecruzan estas libertades es donde surgen los conflictos. Cuando los conflictos no encuentran una solución pacífica, a través de tratos verbales (lo que requiere siglos de práctica política), y se impone el orden con armas, policía de asalto y manu militari, se produce el tipo de orden cuya terrible sombra de represión se cierne sobre Oaxaca.
Este tipo de orden se parece al de los cementerios y recuerda la operación militar de fin del siglo XIX que la República de Chile emprendió contra la población araucana que había resistido al hombre blanco durante cuatro siglos. Esa operación se llamó: la Pacificación de la Araucanía, terminología basada en el concepto de que un araucano muerto es un araucano pacífico.
La pacificación de Oaxaca no llegó a los niveles de exterminio que ejercieron los chilenos, pero es uno de los ejemplos históricos para eventos tras los cuales se produce la especie de orden que comento. Esos ejemplos son mucho más fáciles de encontrar que los que se ubican cuando se busca modelos de entendimiento mutuo.
Me vienen a la memoria otros casos como el de György Dózsa, [1] de Hungría, o de Louis Riel, [2] de Canadá, ambos líderes de levantamientos que causaron gran revuelo. Tras sus ejecuciones se restableció el orden.
La represión es siempre terrible, siempre dolorosa y siempre inevitable cuando vuelve al poder el sector de la sociedad que se ha sentido agraviado por el desorden. Son tiempos difíciles los que toca vivir a los habitantes de en esa bendita tierra tropical.

5. Mujer de

La felicidad la siento más ahora que estoy vieja. Quizás he anhelado toda la vida esto de ser, de sentirme alguien. He llegado a esto hace poco, porque, dentro de la cultura en que vivo yo me sentía más bien un apéndice: “la hija de”, o “la mujer de”.
Tomo conciencia de esto en momentos en que un pintor a quien apenas conozco me señala con el pulgar mientras le dice a otro que no sé quien es: "La mujer de Ludwig Zeller". Esta condición de apéndice no es halagüeña para una mujer y nunca me ha ayudado a aumentar mi autoestima —todo lo contrario—.

En cierto momento, y a partir de unos dibujos de muebles “funcionales” partí a pintar una serie de imágenes a las que dí títulos de “La mujer de…”, donde los puntos suspensivos se remplazan por la profesión de un varón. Creo que ha sido una forma de rebelión contra el trato que reciben las mujeres en ciertas sociedades.
Cuando hice esta serie de cuadros no me di cuenta de que mi actitud era de rebeldía. Me pareció que estaba más bien haciendo imágenes con cierto sentido de humor. Conocía el “Ultramueble” de Kurt Seligman, un asiento sin respaldo formado de muslos y piernas de mujer. A partir de esa imagen escultórica me pareció interesante hacer la serie de “Mujeres de…” Las primeras pinturas tenían todas formas de muebles. La esposa fiel y La favorita del sultán son sillas. Como cómodas se dieron varias figuras con los atributos femeninos de senos y sexos. Luego siguieron formas más libres, como es el caso de La mujer del alfarero, una pieza que al terminarla ya me pareció una idea arquetípica. Creo que algo así vio en ella también Arturo Schwarz cuando la escogió entre las imágenes que expuso en 1986 en la XLII Bienal de Venecia.
En todas las imágenes de esta serie se esconde sin embargo la idea de la cosificación de la mujer que para la generación en que yo he nacido era cosa normal, aunque no siempre consciente.
Se nace para pintar, esculpir o para escribir sin que en un principio una se dé cuenta de ello, pero en cuanto se concientiza que es el destino que se tiene se parte en una ruta misteriosa en que una se siente medium, intérprete de algo que excede la propia persona. Es en esta sensación en la que surge en mí la serie de Mujeres de. Como algo que viene desde un interior compartido con muchos interiores, algo misterioso que nos lleva hacia lo maravilloso, hacia el momento en que asoma lo esencial que hace que se diga o muestre algo que tiene sentido para muchos.

6. A mi manera

Usé la palabra “revolución” para hablar de cambio total y radical, la transformación completa en nuestro pensamiento y acciones que es necesario lograr para salvar la vida en el planeta. Iniciaba mi comentario diciendo que tiene que haber un nuevo enfoque de lo masculino y lo femenino, considerados como género, no en su expresión sexual en las personas. Uno de los ejemplos que ya he dado es el mal llevado ímpetu masculino “aplicado al concepto de autoridad vertical de quién tiene más poder sobre sus conciudadanos o humanos que lo rodean, quién puede imponer su criterio, manejar mejor la energía de sus subalternos, tener más influencia sobre otros”. Hablamos aquí de un asunto que expresa la canción que pusiera en boga por primera vez Frank Sinatra y que en su versión castellana se ha hecho muy popular.
Se puede hablar de este impulso desde muchos ángulos. Desde el punto de vista de la política internacional se ha dado durante decenios que un país se viera en la situación de que otro, más poderoso, pretendiera decir e incluso imponer cómo conviene proceder “a su manera” tanto en asuntos de política interna como la economía y hasta la cultura. Esto ha creado una gran animosidad de los países a los que se quería imponer un criterio contra el país poderoso.
También se da el caso de que quienes están en el poder llevan a cabo trabajos “a su manera”, invierten en dinero público de modo que resulta una imposición porque no preguntan a sus constituyentes qué les parece que fuera conveniente hacer, sino que imponen su criterio. La respuesta de los ciudadanos resulta en una gran resistencia contra una autoridad de esta índole.
En el nivel familiar un padre o una madre impone su criterio para que se realice tal o cual actividad referente a la vida doméstica “a su manera”, sin consultar la opinión de quienes se encuentran bajo su autoridad. Los miembros de una tal familia no pueden sino resentir que se les imponga el criterio de la persona más poderosa y van a reaccionar con resistencia, sea en el nivel consciente o en el inconsciente.
La defensa, mental y física es que cuando los seres vivos (y nosotros lo somos) se enfrentan a un elemento que los violenta, un elemento negativo, reaccionan de forma igualmente negativa. A la violencia de imponer “mi manera” sobre otros seres, sin duda vendrá una reacción violenta, consciente o no, de modo que se va a crear un ambiente negativo, de energía malgastada e incluso inútil.
La reacción violenta consciente contra la imposición de la autoridad la conocemos todos: gritos, bloqueos, palos y hasta muerte. O, a pesar de ruegos, leyes, propaganda sin término: votos en blanco o abstencionismo ante la posibilidad del voto.
La reacción violenta no consciente es la de mi hermana que se siente violentada porque le he querido imponer algo. No dice nada de la violencia que siente (que sería la manera consciente de obrar) y a veces ni lo piensa, pero rompe “sin querer” (que es también “a su manera”) mi taza favorita.
La violencia que se ejerce para imponer “su manera” y la reacción que a ella estamos acostumbrados a ejercer funcionan dando un entorno negativo. La violencia para imponer un criterio no produce buena voluntad y sin buena voluntad no hay posibilidad de hacer trabajar la energía positiva. Tiene que cambiar el modo en que manejan el poder los que lo tienen. Para ello hace falta la ya muy mentada “revolución, el cambio total y radical, la transformación completa en nuestro pensamiento y acciones”.
El que tiene poder, si lo maneja con sabiduría, puede dejar que esa fuerza suya se multiplique y se aplique en forma positiva. El manejo sabio del poder es por medio del consenso. Si el país poderoso considera al que lo es menos como igual en lograr decisiones, y consulta con el otro cómo convendría manejar su realidad, si cede en su “manera” y toma conciencia de la “manera” del otro,  va a lograr que se produzca el consenso. Lo mismo en todos los niveles. Si el padre en vez de imponer su voluntad sobre el hijo consulta cuál sería su “manera” de proceder, podrá llegar a un consenso y así aplicar energía positiva en vez de la opuesta.
Si los seres humanos llegamos a consensos, nos volvemos todos verdaderamente poderosos y logramos mover montañas. Es decir, el poder, si se maneja en forma conjunta, por consenso, es, valga la redundancia, más poderoso. Y el poder que necesitamos para salvar la Tierra, para cambiar nuestro entorno es de dimensión mayúscula, dado que el problema que enfrentamos es inmenso y la urgencia de resolverlo es total.



NOTAS
01. György Dózsa (1470-1514). Líder de un levantamiento campesino (contra la oligarquía de Transilvania, tierra tradicional húngara, precursor de la Guerra de los Campesinos de Alemania, 1524-26), ejecutado de modo particularmente cruel: fue puesto sobre un trono de hierro calentado al rojo vivo y sobre su cabeza colocaron una corona igualmente ígnea.
02. Louis Riel (1844-85). Insurgente canadiense, líder de dos sublevaciones de indígenas y métis (mestizos); fue miembro del parlamento canadiense y tras la segunda rebelión (en que se exigía la restitución de tierras), fue declarado hombre fuera de la ley, condenado por traición y ejecutado en la horca.







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