quinta-feira, 15 de outubro de 2015

MARTHA MABEY | Susana Wald: el mundo interior de la artista


Es una condición de mi vida que he sido una afuerina en todas partes, incluso en Budapest, la ciudad donde ha nacido. De hecho tuve una vez un sueño en el que estaba explicando este fenómeno a alguien, en húngaro: A hazám a hely ahol vagyok és a lelki világom. Esto puede traducirse aproximadamente como: Mi patria es el lugar en que estoy y el mundo de mi alma.

Susana Wald

Aunque Susana Wald haya vivido en algunas de las ciudades más fascinantes del mundo -Budapest, Buenos Aires, Santiago de Chile, Toronto y Oaxaca-, su "verdadera patria" es su mundo interior. Llámese "psique", "alma", "el inconsciente" o incluso "la voz de Dios", es ahí donde reside su creatividad, ése es el lugar que ha permanecido estable a pesar de toda suerte de cambios externos, fueran éstos guerras, revoluciones, exilio o desplazamientos físicos.
La cualidad universal del trabajo de la artista, que es aparente en todo lo que ha producido en los cuarenta años de su labor artística, fluye con naturalidad a partir de este mundo, por lo que es imposible encasillarla como artista canadiense, chilena o mexicana.
Al trabajar desde este campo interior, Susana siente ser una medium que sirve a otros así como a sí misma, al transformar aquellos que miran, leen u oyen aquello que ha sido creado. Según ella una imagen que emerge del inconsciente puede convertirse en un texto si se es escritor, en melodía si se es compositor, en una ecuación si se es matemático, una hélice doble si uno es bioquímico, o una creación visual si uno trabaja en artes plásticas.
Cuando se abandona a la chispa básica de la creatividad la artista siente que algo mayor que ella misma "la utiliza". Y ella cree que todo arte hecho de otra manera es tan sólo decoración o comentario.
Lo que hagamos de la chispa de la creatividad está condicionado por nuestras habilidades innatas. Susana recalca la importancia de permitir que en la obra sucedan "accidentes", que se mantenga ojo alerta a las "coincidencias"; también considera importante escuchar música, anotar los sueños, meditar, rezar, ver muchas imágenes, leer muchos textos, escuchar a mucha gente y absorber lo más que se pueda de otras culturas.
A la luz del involucramiento de Susana Wald con su mundo interior, no es sorprendente notar la influencia preponderante que tuviera el surrealismo sobre su vida y su arte. "Se trata de más que de relojes que se derriten", nos dice. "Esto tiene que ver con la libertad."
Su obra se inserta en el surrealismo porque abraza las actividades tanto conscientes como inconscientes de su mente. "El surrealismo propone un mundo en que la libertad, el amor y la poesía son los elementos gobernantes", dice Susana.
Al decir poesía se refiere al acto creador; en la libertad ve el abandono del control de la razón y la inclusión de los contenidos inconscientes de la mente, así como la posibilidad de amar de cualquier modo que se desee. Cuando hace su arte no trata de ser "razonable" y sus imágenes tampoco lo son.
En Hungría, donde ha nacido, Susana Wald vio su libertad abolida por los nazis y luego por los comunistas. En otros países donde ha vivido su libertad como joven mujer no fue reconocida. "Cuando se hablaba de los derechos de las mujeres, en la época en que yo empecé mi labor de artista, a una inmediatamente la tildaban de feminista; y cuando se hablaba de lo erótico la etiqueta era de pornografía."
A pesar de la repetida aseveración de que el surrealismo está muerto y passé, resulta ser cosa tenaz, perseverante. Está presente en toda obra que renuncia a aferrarse a lo racional y que acepta lo "demente" como expresión humana genuina.
Hoy en día, en la literatura, el teatro, el cine o las artes visuales, son casi rutinarios los elementos irracionales que provienen de sueños o de la libre asociación. La obra de "primitivos" está en las colecciones de arte públicas y el arte creado por niños o las personas con enfermedades mentales es reconocido como manifestación de elementos que surgen del inconsciente.
Susana Wald ha sido aceptada por surrealistas de París y otros lugares del mundo, ha trabajado en colaboración con muchos de ellos y su involucramiento en el surrealismo continúa. Durante el verano de 2002 hubo una exposición sobre surrealismo en la Art Gallery of Ontario de Toronto, en cuyo catálogo se mencionan obras suyas en la colección del Israel Museum de Jerusalén.
Sin embargo el surrealismo dogmático de un movimiento oficial no le interesa a Susana aunque cree que es artista más completa por haber podido conocer la obra de Max Ernst, Dorothea Tanning, Remedios Varo, Leonora Carrington, Mayo, Wassily Kandinsky y Max Beckmann.
Si bien su obra refleja la apasionada creencia en la libertad y la creatividad, su uso de la perspectiva y la teoría de color demuestran su amor por la pintura clásica y por ciertos artistas del Renacimiento como Durero. Esta influencia es especialmente notoria en sus desnudos y sus pinturas de huevos. "Me gusta este modo de pintar", dice; "creo que ayuda a hacer que mis imágenes sean creibles. Se convierten en realidades, muestran que lo que pinto existe y que yo sólo hago constar ese hecho."
Para Susana Wald otro aspecto significativo del surrealismo que ha calado en su obra es el trabajo en colaboración, fundamental para los surrealistas, porque es una reacción contra el extenso individualismo de Europa y las Américas, una forma de rebelión que desafía la percepción de los compradores de arte que coleccionan como modo de hacer una inversión.
"El aspecto más interesante de la colaboración", dice Susana, "es que surge una nueva especie de personalidad; la colaboración es una experiencia muy refrescante que rara vez se observa en sociedades individualistas."
Tal fue la experiencia que resultó en uno de los momentos definitorios en la vida de la artista.
Un frío y húmedo día de mayo de 1963, Susana Wald fue a una inauguración en la sala del Centro de Estudiantes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, en Santiago. Desilusionada por su falta de éxito como ceramista, había decidido abandonar su trabajo de artista y dedicarse a la medicina de investigación.
A causa del mal tiempo poca gente llegó a la inauguración, ni siquiera fue el artista que exponía. Pero estaba ahí un hombre joven con quien partió la plática. Él preguntó el nombre de ella y cuando oyó que era "Susana" parecía muy agitado, porque, según contó más tarde, había tenido algunos meses antes un sueño en que aparecía una Susana.
Cuando ella dijo que tenía un diploma en cerámica, pero estaba dejando el arte por la ciencia, él insistió en que quería ver su taller. Fueron a almorzar. Y entonces, como la cosa más natural del mundo, el joven sacó del bolsillo unas tijeras y un papel de aluminio y empezó a hacer unos recortes. Luego le ofreció las herramientas y ella también hizo algunos. Para su sorpresa descubrieron que los patterns o diseños que habían creado conectaban como dos piezas de un rompecabezas que encuentran su ajuste.
La visita al taller de cerámica de Susana resultó en una oferta inmediata para una exposición individual en la Galería del Ministerio de Educación de Chile, una de tres donde el hombre joven que ella conoció era curador. Después de esa primera y exitosa exposición Susana abandonó sus estudios científicos y permaneció en las artes.
Así conoció al compañero de toda su vida, Ludwig Zeller, el hombre que le hizo conocer el surrealismo.
Al paso de los años la conexión entre los dos se extendió a una vasta cantidad de colaboraciones en el amplio campo de las artes. Se ajustaban de muchas maneras; los recortes que habían hecho eran tan sólo el síntoma de esas correspondencias.
Cuando trabajan juntos en lo que ellos llaman "mirages" (espejismos) Ludwig provee lo que Susana llama los elementos salvajes, indómitos, convulsivos mientras que ella provee los conectores, o las partes que dan formas o espacios humanos.
Aún cuando el inconsciente domina cuando están creando, trabajan mejor cuando Ludwig comienza la obra con sus collages. En ese momento Susana "interfiere", como quien dice, con la imagen inicial de él. Cuando comienzan a la inversa, con Susana como iniciadora de la imagen, según nos dice, el resultado es chato. En vez de sentirse limitada por este modo de trabajar, ella se mueve con soltura en los espacios y huecos que están invitándola. "La obra resultante se ve como si fuera hecha por una tercera entidad" dice ella.
Susana cree que su obra es más completa a causa de esta extraordinaria relación. Por ejemplo, en la exposición By Four Hands, hecha en 1979, con Ludwig Zeller en la Art Gallery of Hamilton, de Ontario, se exhibieron bastante más de cien piezas hechas en colaboración. Sin embargo lo que ella ha podido lograr en el campo visual trata de su persona pública, no la privada, aunque su relación privada con Ludwig Zeller, su compañero de toda la vida, ha ayudado a formar su personalidad pública y ciertamente su trabajo también.
De entre toda su obra Susana considera sus pinturas y dibujos eróticos los más cercanos a la influencia de Ludwig. La insistencia en lo erótico está también influido por su relación, porque son una pareja, amantes y compañeros en aventuras de toda índole. Al mismo tiempo, firmes en su creencia de la importancia de la libertad, han podido desarrollar sus propias identidades sin demasiadas limitaciones.
Para Susana el erotismo se conecta a la exitación y al deseo sexual y éstos forman un aspecto importante de su obra. Aunque durante centurias hemos estado temerosos del cuerpo y hemos reprimido su existencia, tanto en la religión como en la ciencia, ella cree que nos hemos acercado al punto en que podemos acceder a un horizonte más amplio.
La artista ha ilustrado varios de los poemas de Ludwig, la mayor parte de los cuales tratan de lo erótico, o contienen imágenes que aluden a ello; sin embargo lo que la obra de la artista enfatiza es lo sensual, no sólo lo que atrae sexualmente. Acariciar la piel o el barro puede evocar estas sensaciones, así como el contacto con la seda. Incluso el proceso de pintar puede ser sensual.
Pero cuando Susana habla de erotismo no se refiere a ello en el sentido abstracto o del deseo reprimido. Sus pinturas de desnudos abiertamente involucran una sexualidad que celebra la existencia humana más completa, más integral. Ella pinta escenas sexuales claramente perceptibles de parejas haciendo el amor o del sexo femenino abierto frente a un observador varón.
Mientras hay insinuación indirecta de sensualidad en sus pinturas de huevos, no hay ahí un erotismo declarado. Si se sienten las insinuaciones, éstas están en los paños, en las texturas, los colores, en la suavidad de las formas. El huevo mismo, siendo femenino, es sensual y pleno de posibilidades fecundas.
Su amor al cuerpo desnudo y su creencia de que los artistas necesitan verlo en diferentes situaciones han llevado a Susana a usar modelos vivos en su propia obra y durante los años cuando enseñó dibujo de desnudo a más de tres mil alumnos en Sheridan College, en Ontario, Canadá. Los artistas pueden usar el conocimiento adquirido al observar el desnudo, dice ella, para hacerlo erótico.
Susana dice sin embargo que erotismo y sensualidad no son la misma cosa. "En lo último", dice, "el impulso no necesariamente va en busca de una relación sexual. Y las mujeres en particular pueden ser sensuales simplemente porque aman el hecho de estar vivas."
Visto en retrospectiva, Susana ha estado pintando huevos hace mucho tiempo. Ella dice estar "poseída" por el tema de los huevos porque las imágenes que le llegan parecen tan fascinantes que no puede verse pintando ninguna otra cosa. Todos los otros asuntos parecen menos importantes y menos interesantes.
Cuando le llega una imagen, como en el caso de los huevos, ella no lo cuestiona. Se deja llevar por la sensación, aún cuando el sentido del placer es a veces una especie de agonía.
El proceso de pintar huevos ha sido largo y bastante misterioso. En su segunda muestra individual en Santiago, en 1964, Susana exhibía esculturas de cerámica de huevos grandes de unos cincuenta centímetros de altura. Se veían como si hubieran sido quebradas, con fisuras y partiduras de las que emergían formas como de raíces, o de pistilos o de gusanos, entrelazándose unas sobre otras. Estas formas aparecían en su obra durante mucho tiempo.
Anteriormente a estos huevos de 1964 ella hacía dibujos de cuerpos de aves que eran reducidos a formas de huevos.
En Toronto, en los años setentas Susana creó una serie de esculturas de cerámica, muy límpidas, en su mayor parte blancas, formas grandes y redondas sobre las que sentaba o colgaba huevos. Una de estas esculturas está en una colección en París; tiene asentados tres huevos con hoyos de los cuales emergen mechones de pelos.
Un museo de España tiene otra escultura que muestra un solo huevo con un hoyo mayor del que fluye una sustancia verde brillante que forma un charco en el cual se asienta el huevo. Un huevo negro metálico en un campo blanco es parte de una colección de Toronto.
Susana reprodujo el huevo en el charco verde en una pintura reciente, la puso en un paisaje nevado de Ontario. El cuadro se llama "Ontario hace treinta años y ahora."
Aparecen huevos en pinturas hechas en los años ochentas, en su mayoría en la compañía de mujeres solas; y en un caso, anidado en la mano de una mujer al lado de un hombre que la sujeta de la cintura y el pecho y grita en su oído.
En 1997, mientras Susana construía la casa en que vive con Ludwig Zeller, hizo una pintura de un desnudo que se titula "Noche de Huayapan". Cuando estuvo acabada pensó que necesitaba algo cerca de la mano extendida de la mujer reclinada. Un huevo verde fue el elemento justo. Ese diminuto huevo la llevó a pintar imágenes mucho mayores en que el huevo ha sido el componente principal.
Entre encargos y otros proyectos las pinturas de huevos han continuado apareciendo hasta estos días en que ella ha creado más de cincuenta imágenes que contienen huevos.
Lo que ella no sabe es por qué pinta huevos.
"Lo que me llega," dice ella, "son estas visiones, a veces en semisueño, a veces insertadas en cosas sin relación aparente, o mientras estoy a punto de dormirme. Veo los huevos en su ambiente, la cosa completa, o lo que siento que es la cosa completa. En algunos casos, cuando tengo algún problema con la imagen, hago instalaciones, pongo paños y objetos bajo luces y entonces los pinto. En este modo mi visión interior adquiere credibilidad".
Que los huevos se rompen, es cierto, dice Susana, aunque las que ella ha estado pintando desde 1998 siempre se ven enteros. Y sin embargo no teme la idea de que los huevos se rompan. En un momento de su vida los huevos rotos que ella esculpió tenían relación con quiebras que todos tenemos en nuestras vidas, cosas que duelen a todos los seres humanos.
Pero por ahora los huevos son un modo de hablar de un periodo-de ella y de la humanidad toda. Para ambos los huevos sugieren nuevos comienzos. Cuando el huevo se rompe surge el polluelo. Pero qué es lo que se está empollando simbólicamente en este nuevo comienzo es algo que no está claro. Los huevos que Susana pinta no son reales; en términos metafísicos son entidades vastas, sobrehumanas, que residen fuera de la estupidez y la violencia cotidianas. Tratan de la vida, de la totalidad.
Recientemente Susana ha empezado a mostrar figuras humanas en las pinturas de huevos. Para ella esto representa otro movimiento, otro comienzo dentro de lo que comienza. La figura humana hace que la presencia de los huevos sea más accesible.
Es significativo que a medida que Susana envejece y se acaban sus huevos físicos, comienza a pintar los metafísicos.
Estos huevos, siendo portadores de vida, puestos en ciertas escenografías, abstraídos del mundo de huevos que normalmente imaginaríamos como su lugar apropiado, se convierten en mitos. Son expresiones de un arquetipo, en el sentido en que C. G.  Jung usa el término.
Puesto que los huevos son obviamente parte de lo femenino y diferentes del elemento masculino, este arquetipo es el de la Gran Madre, el de la vida y la muerte, el de venir de La Madre y el de volver a Ella.
Un pollo puede quebrar un huevo desde dentro y salir a la vida. O un huevo se puede pudrir, lo que es muerte, pero también vida, porque lo podrido puede ser campo de microbios. En la naturaleza la muerte se convierte en vida, así como la vida camina hacia la muerte.
Vivimos en tiempos cuando peligra la vida. Estamos arruinando nuestro planeta viviente. Quizás las pinturas de los huevos hablan también de esto. Quizás esta es una de las razones de por qué el mito posee a Susana a tal grado. Quizás sus pinturas de huevos son una manera de protestar contra la destrucción que nos rodea. Y sin embargo, más que a un mensaje político, las pinturas de huevos apuntan a una resurrección, un nuevo comienzo.
Entre 1982 y 1988 Susana creó una muy exitosa serie de pinturas que ella llama "Las mujeres..." en que ella inconscientemente protestaba el rol de lo femenino -y no sólo en las mujeres- dentro de la cultura actual y por extensión en su propia vida.
En la pintura "La mujer del albañil", 1983, un torso femenino desnudo es visto contra un muro de ladrillos. Adonde corresponde que estuviera su cabeza hay un hoyo en el muro. En ese hoyo se puede ver un gran sexo femenino.
En "La mujer del alfarero", otra pintura de la serie (exhibida en la XLII Bienal de Venecia, 1986), se ve una forma femenina con muchos senos y sin cabeza, como gran olla de barro sobre un torno de alfarero, con una taza en la mano, como quien hace una pausa para tomar el café.
Recién cuando Susana concluyó esta obra se dio cuenta de que había pintado a la Gran Madre, según la descripción de Erich Neumann. Ella piensa que si bien lo que la inspira no son los arquetipos en sí, ciertamente aparecen o entran a hurtadillas en su obra.
En contraste con la serie de "Las mujeres", ella atribuye el origen de las pinturas de huevos a un estrato más profundo. "Son manifestaciones de algo de que no tengo consciencia," dice ella.
Sin embargo tanto la serie de las mujeres, como la de los huevos están irrevocablemente conectados a su rol como mujer en las artes.
Aunque Susana Wald prefiere ser conocida como persona que pinta y no como pintora femenina, ella reconoce que lo que pinta son temas relacionados con preocupaciones femeninas que en último término afectan las vidas tanto de hombres como de mujeres.
"Junto con otras artistas mujeres yo soy una quebradora de moldes," dice, "una molestia, algo que es difícil aguantar." Aunque sus pinturas artísticamente son íntimas y personales, su asunto puede ser difícil de digerir. Algunas obras pueden considerarse "no muy bonitas", no apropiadas para la sala de una abuelita, no apropiadas para gente que no se siente cómoda con las ideas que ella pinta.
Y sin embargo justamente de eso se trata.
La obra de Susana Wald está hecha para ser contemplada y para provocar que se piense. Es en las artes -y en obra como la suya- donde comienzan los cambios en nuestro modo de pensar.
Así, en cierto modo, Susana enfrenta un doble prejuicio: ser pintora femenina en un mundo predominantemente masculino combinado con los asuntos a menudo difíciles que ella trata.
Debido a que durante muchos siglos nuestra visión de lo que es Femenino ha sido formado por artistas varones cuya obra parte desde su visión interior de la mujer, hemos tenido poca oportunidad de ver qué sucede cuando esta combinación es invertida.
Esta es una de las razones de por qué la obra de Susana Wald es tan importante. Ella es una de miles de mujeres que antes han estado ausentes de las artes y que ahora por más de medio siglo han trabajado libremente en su vocación.
Sus pinturas y de hecho su vida entera de mujer artista han sido un fragmento minúsculo en la formación de una nueva realidad que junto con otras mujeres, ella cree, contribuirá a algo mucho mayor que lo que podemos describir en este momento en el tiempo.
Sin embargo las artistas mujeres no están solas y no están creando separadamente de los varones. Se trata tan sólo de que las mujeres son finalmente parte de un proceso y de su enfoque surgirá una nueva realidad, una realidad que emerge del inconsciente.
Un mural que Susana Wald pintó por encargo de 1994, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo puede dar un indicio de esta nueva realidad. La imagen central es la de una figura femenina rodeada por otras figuras cuyos gestos expresan anhelo, admiración y veneración. La obra es significativa no sólo porque presenta lo que es Femenino desde el punto de vista de una artista mujer, sino también porque ha sido pintada por una mujer que no le ha tenido temor a lo erótico, al inconsciente, a lo surreal -a la vida misma.
El mural que se titula Luz vertiginosa trata, apropiadamente de La Sabiduría/Sofía.




***

Martha Mabey (Estados Unidos). Crítica de arte. Autora de Rodolfo Morales: El Señor de los Sueños. Agulha Revista de Cultura # 42. Dezembro de 2004.






Nenhum comentário:

Postar um comentário