segunda-feira, 31 de agosto de 2015

FLORIANO MARTINS & JACOB KLINTOWITZ | Antonio Bandeira: un árbol verde para el nuevo hombre


Bandeira fue un artista iluminado por cuatro soles y que nos dejó una obra en la frontera de varios ríos sumergidos que, hoy, emergen en las principales cuestiones actuales del arte y de la cultura.
Visionario, de intensa actividad, su obra está en el umbral, pertenece a su época, pero pocos, como él, construyeron una iconografía tan proyectada en el venir a ser. El es el profeta de las ciudades de luz.
Bandeira fertilizó el arte brasilero, a partir de Ceará, creando nuevas vertientes para el arte moderno. El Ceará tiene una tradición cultural rica. De su grupo, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, se destacaron nacionalmente Aldemir Martins, Inimá de Paula y Bandeira. En Europa, junto con Wols, Bandeira fue importante también en la renovación de ideas, a partir de una abstracción lírica, con fuerte pasado figurativo. No apenas la gestualidad de la abstracción, sino la concepción de nuevas formas de marcado pasado figurativo. Lirismo con título, el gesto y la poética verbal.
Nadie, como él, proyectó la idea de ciudades contemporáneas hechas de luz. Es una visión anticipadora, pues las ciudades tienden a esto y serán, cada vez más, menos febriles y más conceptuales. La vida humana no como productora, sino como ejercicio del sueño. Antonio Bandeira fue un extraordinario pintor de vida corta, pues murió en una mesa de operación, en París, de una banal intervención en la garganta.



Es un artista de la luz, justamente cuando el hombre salía de las tinieblas homicidas. El pintor de la ciudad lírica generadora de ideas, conceptos y de construcción de un nuevo hombre impregnado de intuición estelar. Es significativo esto, una vez que él es oriundo de una región iluminada por el sol, dotada de gran claridad. Y que su vida transcurrió en dos otras ciudades solares, Río de Janeiro y París, la propia ciudad luz. El cuarto sol de su vida era su propia alma, manifestada en una labor sin fin y en la concretización de imágenes únicas que marcan la utopía del siglo veinte.
Su arte siempre fue impregnado de un alto lirismo. Pintor poeta. Antonio Bandeira creyó que la tradición pictórica era suficiente para expresar el futuro. No deseó otro vehículo, otro soporte, otro lenguaje que no fuese la pintura y el arte.
El artista de la luz. El hombre en la frontera, entre el pasado y el futuro, el abstraccionismo y la figuración. Es una abstracción que nombra! Es, en este sentido, un artista de acentuada tendencia espiritual.
La luz en Bandeira es interna, hecha de visiones, y no sabemos, seguidamente, si es día o noche en su pintura. Es un visionario en la mejor tradición del siglo veinte, la de quien percibe la luz como manifestación compleja de la materia y de la metafísica. En él lo espiritual no está personificado en el contorno de la figura humana, sino en la visión.
Con la llegada de los años 50, Bandeira, en definitivo, deja atrás figuras y paisajes más expresionistas. Como un alquimista, mezcla paisaje, figura y abstracción en una misma paleta y de allí comienza a expandir una poética firmada esencialmente en el mestizaje. El mismo dirá:

Quiero hacer un mundo nuevo, mezclar el cielo con la tierra, decir a los hombres que ellos son todos hermanos en la batalla de las razas,  apuntar el paisaje visionario de las grandes masas urbanas; sacar una pintura de la naturaleza que ya fue, que ya se está elaborando, y que todavía va a proseguir. Quiero preparar el terreno para mi humanidad que vendrá después, la humanidad fea que hoy sufre, presentándola con un paisaje digno, un paisaje nuevo, un árbol verde, un ser en germinación. En fin, quiero crear seres que no existen, mezclar, hablar al hombre en un nuevo lenguaje, o no hablar ninguna lengua; enviar un mensaje a los contemplativos.

Hasta su muerte, en 1967, son 17 años de cosechas ininterrumpidas, estaciones perennes, desentrañando ciudades de las manchas y sombras del abstraccionismo. Mezcla igualmente sus clasificaciones internas (lírico, binario, geométrico, etc.). Bandeira tiene un sentido extraordinario de lo humano en sí. A tal punto que tamaña generosidad lo conduce a un exceso de donación. Tenía la más plena conciencia de que no se produce gran arte de otra manera. Fue al desgaste de todo. Llevó una vida de lúcida deriva.
Antes que la muerte lo sorprendiese garabateó un diario dibujado de lo que vendría a ser un filme autobiográfico. En uno de los cuadros habla de París en un sentido que se aplica a cualquier espanto lúcido vivido con una ciudad:

La inmensa ciudad del día y de la noche, entre atormentada y tranquila, próxima y distante –para sufrimiento y alegría nuestra– esa misma ciudad que a veces de tan grande que es vira una pequeña provincia.



Fortaleza, Río de Janeiro, París. Las ciudades referenciales de Bandeira, confundidas al punto que constituyan una sola urbe visionaria. Evidencia de una luminosidad que no se detenía ante nada. Todos nos sentimos habitantes de esta humanidad otra que Bandeira evoca con la maestría de sus trazos y colores, sí, pero esencialmente con la convicción de su utopía. Este pintor-poeta nos dio a todos una pequeña quimera que todavía no sabemos crear.
El hombre está presente en todos los paisajes de Bandeira, habitante primordial de su utopía: villas, barrios, muelles: ciudades.
Sus árboles están plantados en un contexto urbano: la gran ciudad con sus campos quemados. La luz actuando sobre los colores y formas como una crónica de vislumbres. Incluso la selva, el agreste, la marina: poética poblada por su humanidad contemplativa. Bandeira puebla el abstraccionismo, da a él una condición humana antes desconocida. A pesar de la muerte prematura, la intensa obra dejada afirma que no se envolvería con algunas de las tendencias futuras de las artes: no disecaba el color y sí el hombre en su conflictuante condición social; no acumulaba formas o apilaba temas; era esencialmente un cronista de la luz, del vislumbre, de su acción sobre el tiempo, un solitario agrimensor del alma humana.
Del que sería un origen visto en Brasil con preconcepto, de un arte narrativo del nordeste, él transformó la historia en un lenguaje situado entre la intuición y la referencia iconográfica. Su rostro fuerte, marcado, la cabeza grande, los ojos negros, es un contraste  maravilloso con la delicadeza del tratamiento plástico. Visionarismo. Transposición poética. Esta era la maestría de Bandeira.



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Floriano Martins (Brasil, 1957) é um dos editores da Agulha Revista de Cultura. Contato: floriano.agulha@gmail.comJacob Klintowitz (Brasil, 1941). Jornalista, crítico de arte, escritor, editor de arte, designer editorial. É autor de 90 livros sobre teoria de arte, arte brasileira, ficção e livros de artista. Contato: jklinto@uol.com.br. Ensaio traduzido por Gladys Mendia. Contato: mendia.gladys@gmail.com. Agulha Revista de Cultura # 67. Janeiro de 2009.

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