terça-feira, 25 de novembro de 2014

MANUEL IRIS | La Obra suspendida de Francisco Hernández





El libro que hoy nos convoca es de diversas maneras peculiar. Primero, es una antología personal de uno de los poetas más serios y respetados de México. No necesito decir que Francisco Hernández es un autor central de nuestra tradición contemporánea, y que sus lectores, devotos y dedicados, jóvenes y no, siguen su obra con absoluta fidelidad. Pero no es por la relevancia el autor, solamente, que esta antología bellamente editada por Postdata resulta de mucho interés, sino por el modo en que ha sido dispuesta: el volumen comprende solamente poemas de libros escritos entre 1997 y 2012. No entran en él textos de Moneda de tres caras, por ejemplo, que cualquier lector de Hernández esperaría como inicio, y a veces como fin de una antología de su obra. No. El poeta ha decidido seccionar su trabajo y entregarnos una muestra personal que inicia precisamente, porque no puede ser de otro modo, con un mascarón: el Mascarón de prosa, seguido por textos de Soledad al Cubo, Óptica de la ilusión, Imán para fantasmas, y varios otros hasta terminar, coherentemente con el tono en que se ha empezado, con los textos de Población de la máscara. Esta antología de un poeta que gusta de encarnar otros artistas para hablar desde ellos va de un mascarón hasta una máscara, y ambos artefactos de ocultamiento son el único rostro del poeta. No ha sido caprichosa la selección, la suspensión de esta obra que pende de un hilo, como lo expresa el propio Hernández:

Al caminar por la ciudad de Oaxaca, descubrí este letrero pegado sobre la pared principal de una casa en construcción: obra suspendida. (…) pensé que era un buen titulo para una antología seguí caminando hacia el centro.
Gindada de una pita o de un hilván, la oportunidad de realizar dicha antología, ahora se presenta, gracias a la invitación de postdata. Que la obra quede suspendida en el aire, es nuestro mayor deseo. Y que el libro, ya convertido en casa-habitación, aloje a unos cuantos lectores, por lo menos.

La casa-habitación que Francisco Hernández ofrece tiene la entrada a varios recintos logrados. Sin embargo, el lector se aloja en ellos sabiendo que no son sitios tranquilos, iluminados ni en calma, y se acerca precisamente a ver las destellantes tinieblas y desnudadas verdades que hay en cada uno de los rincones que son siempre las páginas de esta obra suspendida y entera.
Luminosos, varios poemas del Mascaron de prosa son entrañables. Uno hay sin embargo que personalmente me mueve: el que habla de la muerte de Eliseo Diego y que, parafraseando un conocido poema del autor cubano se titula “La eternidad por fin comienza un martes”. Digo que es entrañable porque en este texto más que en otros vemos a Hernández usando un tono cercano, personal, íntimo, como sin máscara de por medio. Dice:

El rostro de Eliseo me sorprendió. No era la cara de la muerte. Simplemente estaba sin estar, diríase que conteniendo la respiración, evitando el sudor, muy pensativo, tal vez soñando en verso.
Me dio gusto verlo muy elegante, sentirlo tan a gusto por la vida vivida y por la poesía que había escrito.
(…)
Querido Eliseo, ¿huele el abismo de la noche a vacío? No lo sé, aunque supongo que para esa pregunta todos tenemos una respuesta diferente.
Lo que sí sé es que te fuiste un martes, envuelto por una envidiable serenidad que se desprendía del fondo de tu pecho. ¿Qué día, Eliseo, comenzará la eternidad para nosotros?

Las otras voces del poeta en los libros siguientes, son un museo de diversas formas del desasosiego ajeno y propio, como esos 20 fragmentos pensados por Díaz Mirón dos semanas antes de morir, que nos dicen que:

Ya sin citas de amor ni música de Schubert
la noche es un imán para fantasmas.

Definir es poseer: La noche es un imán para fantasmas. Definir, entrar en el vocablo es otro de los modos de cantar de Francisco Hernández. A veces, este procedimiento de andar alrededor de objeto para abandonarlo y seguir solamente alrededor del vocablo, hasta llegar a utilizar las expresiones coloquiales para salir hacia algo inesperado, compone el poema. Acerca de la palabra dinero en Palabras más, palabras menos, escuchamos decir:

Nunca he visto
bailar un perro por dinero.
Pero he descubierto,
Algunas veces, a poetas y poetisas
En el momento de ladrarle a la luna
Confundiéndola con un peso.

Distinta pero igual con acento hernandeciano es la voz de Charles B. White, fotógrafo de Ackron, Ohio (esto, y siento que tengo que decirlo, es muy cerca de la ciudad en la que vivo, Cincinnati), y que me ayudó a pensar en lo posible y bello de su azoro ante los indígenas mexicanos que fotografiaba, viniendo de una ciudad pequeña de un estado como Ohio. Pero incluso desde dentro de un fotógrafo, Hernández vuelve a las palabras, su obsesión mayor y más adelante la palabra, la poesía, la mujer, la muerte y la vida son la depresión, la Perra. Mi vida con la perra es, creo, uno de los libros más precisos de Francisco Hernández, en que nos dice, hablando de la perra, del estado depresivo, de ese demonio que:

Nació conmigo pero no tiene edad
Respira desde hace años bajo las piedras
Y cuando lo decide, se incorpora
Al curso del torrente sanguíneo.
Durante siglos se le llamó
Melancolía o Bilis negra.
Ahora se le bautiza con nombres de mujer
Sus mandíbulas son más poderosas
y ha hecho del vértigo su principal santuario.
……………
Se busca “depresión”.
Raza de perra indefinida, reconocible
Por sus ojos aceitunados y por su nombre,
Que se transforma en pendiente
Cuando llueve.
Cuidado. Suele morder la parte baja del estómago
Y en la base del cráneo.
Al fin peripatética
Ronda de consultorios siquiátricos
Talleres literarios
Y baños de cantina
laperradepresion@dogmail.com

…y de estos tonos, de estas oscuridades la antología que hoy presento hace sus corredores hasta llegar a Población de la máscara, donde el poeta-ventrílocuo habla desde varios pintores y artistas visuales, seguido de un solo poema, Recitación para Guillermo Fernández, que es, como aquél sobre Eliseo Diego, un poema entrañable y cercano.
En general, creo que hay poetas que hacen poemas y poetas que hacen libros completos, ingenierilmente reforzados en su estructura. Los primeros son más sencillos de antologar que los segundos, pues su obra no se desfigura al seccionarla. Francisco Hernández no es de esta estirpe. Su obra llena de poemas luminosos y oscuros es una hecha casi completamente de libros, de sistemas de poemas. Por eso esta Obra Suspendida nos deja en el azoro cuando consigue, con completa suficiencia, abrir la puerta de las inquietudes del lector y obligarlo a visitar, una por una, cada recámara en la que luego gustará de hospedarse más largamente. Mientras eso pasa, este libro sirve al lector para estar en suspenso, para pender de un hilo.
Gracias 


MANUEL IRIS (México 1983) Poeta. Premio Nacional de Poesía "Mérida" (2009). Autor de Cuaderno de los sueños (2009) y coautor, junto con el poeta brasileño Floriano Martins, de Overnight Medley (2014). Compilador de En la orilla del silencio, ensayos sobre Alí Chumacero (2012). Doctor en lenguas romances por la Universidad de Cincinnati (EEUU). Texto leído en la presentación de la Obra suspendida de Francisco Hernández en la Ciudad de México, el 5 de Julio del 2013. Contacto: manueliris65@gmail.com. Página ilustrada con obras de Leonardo da Vinci, artista invitado de esta edición de ARC.

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