segunda-feira, 24 de novembro de 2014

FERNANDO CUARTAS ACOSTA | Matemática, literatura y el planeta tierra





Un mundo donde la matemática parece que ha logrado su reino racional, la mesura y la condición de crear modelos que se establecen  como “realidades” intercambiables, líneas, conjuntos, agrupaciones, estadísticas, la ecuación del amor escrita en parábolas y señalada como una síntesis de un saber que está en el trazado de una línea de conducta; un mundo así parece ser escalofriante, reglado, medible, austeridad sin emociones, permanencia de la voz que ordena y enumera. Más esta relación no siempre es tan severa. Cuando Sábato renunció a los estudios de la física y de la matemática y se dejó seducir por el poder de la palabra y el hechizo de escribir novelas, lo hacía precisamente porque encontraba árida una postura de un científico que no establecía nexos con las emociones y los sentires de la vida. Veía a ese hombre en los engranajes, mecanizado, absurdo, construido de una algebra de encasillamientos y puesto a rodar como un cero incógnito por los destinos fatales del consumismo; no siempre se puede ver la relación de la matemática y la poesía como una discusión de separaciones y conflictos, muy por lo contrario existe un potencial creativo en ambas posibilidades, una capacidad de abordar nuestro mundo y proponer no sólo un pensar, sino un actuar  sobre nuestro planeta Tierra.
La UNESCO ha decretado el año 2013 como el año de las matemáticas y su relación con el planeta, no sólo para construir modelos de fenómenos naturales, como tsunamis, volcanes, terremotos, sino esa relación humana entre lo económico y la devastación planetaria, entre el clima y el consumo, por poner unos ejemplos, es tan bien un llamado a la creatividad, a una disposición no tanto de numerar y reglar sino de entender las multiplicidades aleatorias, los cruces y lo holista de un pensamiento móvil, innovador y que si bien ha cambiado en gran parte nuestra percepción del mundo, tan bien está llamado a replantearse sus usos y sus implicaciones sobre nuestra conciencia planetaria. 
Para muchos la sola palabra matemáticas causa un cierto desaliento, un escozor, algo inaprensible, que se mueve en un orden de abstracción sólo para especialistas, una suerte de culto. Para otros es un mundo fascinante, una abstracción que arrebata y crea polémicas, contradicciones y sobresaltos y sorpresas.
Si hiciéramos un viaje entre poetas y matemáticos las proximidades resultarían mucho más provechosas que segregacionistas, un inmenso abrazo se extiende entre ambas posturas. Babilónicos, Caldeos, Sumerios, parece que han practicado un productivo arte del Ocio, se dedicaron como insomnes a  contemplar estrellas, crearon una rica mitología y una minuciosa observación de la bóveda celeste,  entre ceremonias y rituales, nos legaron una geometría del Cosmos, unas prácticas entre el asombro y la búsqueda de la exactitud y la belleza del Mundo. No en vano, en ellos nacen poemas que exaltan y cautivan, dejan señales sobre ese ser extasiado, el asombroso, el erótico, el artista mundo, el ser humano en sus recorridos por el territorio que les tocó por suerte. Lucrecio, el gran peta latino, se pregunta por la naturaleza de las cosas, donde habla con una convicción material de las cosas y las almas, nada está en el vacío, estamos compuestos de átomos y navegamos por vicisitudes, las trágica condición humana, pero a la vez, buscaba liberar al ser humano de la tutela de los dioses y del miedo de la muerte, todo fenómeno es diagnosticable y se puede estudiar sin un dios que dé sentido, es la presencia creativa del ser la que permite esos hallazgos, tal como en poesía y en matemática también.
Pensemos en un ser como Omar Khayyam, el poeta persa, del año 1040, era un estudioso de la matemática y la astronomía, penetro en el mundo de las ciencias naturales, viajero, poeta, filosofo, dejó grandes tratados sobre cada una  de esos géneros, más encontró en  los placeres de la vida, el vino, el goce de los sentidos, la poesía y lo libertario, una verdadera plagaría amorosa con la tierra, encontrando bello, hasta la finitud de la vida. Encontrémonos con poetas como Ramon Llull, Anselm Turmeda, ambos matemáticos, pero ambos grandes líricos del siglo XIII. Un ser humano llega a la poesía por un pacto lúdico con el lenguaje, lo recrea, lo reinventa, lo observa y se divierte como un artesano, o un escultor tocando la materia de sus obras. El científico no está lejano al contemplar el mundo, pone una parte poética, creatividad, pon pasión, imaginación, en ese trata con las preguntas de la finitud, el movimiento, el espacio y el tiempo, tan comunes a la poesía también.
Puede convivir una racionalidad imaginaria y una racionalidad científica, la poesía hace posible esa osada alianza. Jacques Roubaud, matemático y poeta se mueve en diversos ángulos de la prosa, genera vectores de fuerza, crea giros sorprendentes. Trabajó cerca a personajes tan importantes como Italo Calvino, Raymond Queneau, Georges Pérec, Marcel Duchamp o Julio Cortázar, grandes lúdicos, jugadores de una lógica del lenguaje en perpetua construcción. Roubaud juega con la música y la matemática, rescata las fuentes del lenguaje, hace de la poesía una cantera de ritmos, movimientos, se acerca y se aleja, toma y deja; hace con la poesía un tramo matemático que no resuelve teoremas, y hace de la matemática poemas que pretenden escudriñar nuevas preguntas. Como un niño que toma la materia para soñar con ella, moldearla, hacerla táctil, husmear y sensibilizar, tomar  los números como si en ellos se encontrara una rara belleza. Él mismo lo dice: “La poesía debe ser la resistencia del idioma ante su corrupción, ante su descrédito, su mal uso, ante la tendencia a usar un idioma para cosas feas, malas. Haciendo que el idioma sirva para lo bello, lo precioso, la poesía mantiene la existencia del idioma” (http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/18-158493-2010-12-11.html) En el caso de la matemática y la poesía dice el miso autor, aunque se sustente en números, hay imaginación, cada número tiene propiedades asombrosas, puede ser un aliado, un amigo oculto, el mismo abecedario pertenece a un ordenamiento numérico, y nosotros leemos en los ordenadores, computadoras y afines, códigos numéricos que se hayan implícitos en las letras que leemos o escribimos. La poesía podría decirse que redescubre el Número Áureo, una armonía o un caos, un Dionisio o un Apolo, pero se acerca a esas grandes preguntas que por las vías de la matematización del Mundo no siempre se han podido ver.

 

La matemática es un sendero difícil pero no por eso menos placentero, como hacer el poema, como el picapedrero, poco a poco hasta darle pulimiento a las metáforas, el golpe de palabra, la exaltación y el ritmo. Los números también son las lajas de un camino que se ha ido poniendo para que otros puedan dar más pasos, una inmensidad de números que habitan con nosotros, dice Jacques Roubaud, que se escribe o se piensa en matemática como haciendo un camino: “Yo escribo caminando, en mi cabeza. Camino, me acuerdo de cosas, observo, percibo, compongo. En esa caminata también interviene una suerte de batería de cocina de números, que siempre tengo en reserva. La matemática entra así en la poesía. En esa batería de números que tengo en la cabeza voy a poner las palabras con las que construyo el poema. El ritmo de la marcha influye en las sílabas y los versos. Ahora, con los años, mis caminatas son más cortas y lentas. Mis poemas son también más breves”. El mismo Raymond Queneau se asomó a ese pozo de la matemática, en los Hijos del Viejo Limòn, hay juegos de palabras, combinatorias, ritmos, buscando que las religiones desaparezcan para la felicidad de los hombres, y diciendo que  “en vez de puntos, de planos, de rectas, podríamos también emplear las palabras mesas, sillas y jarras”sillas y jarras La gran marca de su signo, entre OuLiPo, escuela para repensar los diferentes sentidos del texto de la vida.
Borges logró encontrar un puente entre la literatura, la vida, la filosofía y la matemática, las preguntas por el espacio y el fenecer, bebió del budismo como de las fuentes clásicas griegas, indagó en la racionalidad y en los espejos, en el eterno retorno y los caminos bifurcados, leyó paradojas y construyó las propias, el mismo escribió: “El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) eran infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde los puntos del universo” como cuando un matemático construye su modelo.
En 1934, un matemático Norteamericano publicó La poesía de la matemática y otros ensayos”, un profesor distinguido de la Universidad de Culumbia, de Nueva York, decía: “La matemática es generalmente considerada en las antípodas de la poesía, no cabe duda. Sin embargo, la matemática y la poesía tienen una estrecha relación de parentesco, porque ambas son hijas de la imaginación. La poesía es creación, ficción, y la matemática ha sido definida por uno de sus admiradores como la más sublime de las ficciones.”
Karl Popper insistía en ver demasiada poesía que hacia falsear los conceptos de verdad en la argumentación científica, un argumento se puede falsear cuando su sustentación esta sobre lo intuitivo, lo extracientífico, lo no racional, para encontrar que aun así, otra demostración posterior puede tumbar o transformar cualquier teoría. Un poeta matemático que vivió entre 1778 y 1827, Ugo Foscolo, veía en dicha elaboración una poesía intrínseca, cercana a la música, tal vez como lo intuía Juan Sebastian Bach.
Para terminar este texto, invoco a otro matemático premio Nobel de literatura, Bertrand Russell, “la matemática posee no sólo verdad, sino también belleza suprema; una belleza fría y austera, como aquella de la escultura, sin apelación a ninguna parte de nuestra naturaleza débil, sin los adornos magníficos de la pintura o de la música, pero sublime y pura, y capaz de una perfección severa como las mejores artes pueden presentar. El verdadero espíritu del deleite, de exaltación, el sentido de ser más grande que el hombre, que es el criterio con el cual se mide la alta excelencia, puede ser encontrado en la matemática tan seguramente como en la poesía”

Fernando Cuartas Acosta (Colombia, 1959). Escritor y ensayista. Fundador de Taller de Luna, grupo de escritores de la Universidad Nacional. Cofundador de la Revista Punto Seguido, de la ciudad de Medellín, Colombia. Coordina un espacio en la Radio Universitaria sobre poesía y música. Dirige la Fonoteca de la Universidad Nacional, sede de Medellín. Inédito en libro. Contacto: lfcuarta@gmail.com. Página ilustrada con obras de Nelson de Paula (Brasil), artista invitado de esta edición de ARC.



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